Mensaje en la botella

Como si no pasara nada

Nuestra egoísta clase política se entretiene ahora en conspirar para aferrarse al poder

Hace exactamente un año que se declaró el estado de alarma en España. Aquel 14 de marzo quedó marcado en todos nosotros como el inicio de no se sabe muy bien qué y todavía colea. Lo ocurrido, por mucho que insistamos una y otra vez, queda reflejado en los datos de contagios, fallecidos y también recuperados de esta mortal pandemia que es el covid-19. Si echamos la vista atrás, Córdoba, al igual que otras ciudades, quedó desierta de la noche a la mañana. El bullicio de los turistas, las terrazas, los colegios y nuestra ahora ansiada normalidad se convirtieron en calles vacías, preocupación, aplausos en balcones y en el aprendizaje de un montón de palabras que no estaban hasta entonces en nuestro vocabulario cotidiano. De inmediato, a ese nuevo panorama se fue sumando un desastre sanitario sin igual, acompañado de paro, inactividad económica, cierres, despidos, ERTE y miedo.

Pensar que todo eso es el pasado o una pesadilla es un error, porque el riesgo continúa ahí fuera y el temor de que volvamos a la casilla de salida sigue latente, al menos para la mayoría de los ciudadanos, ya que estamos viendo estos días que para nuestros políticos la cosa es distinta. Si ya nos hemos dado cuenta en este año de su incapacidad para manejar esta crisis -con todas las disculpas posibles porque a nadie escapa que se trataba de poner remedio a un situación inédita-, ahora vemos además que el pasotismo vuelve a campar a sus anchas por las sedes de los partidos.

Mientras que la mayoría de vecinos seguimos preocupados de nuestros empleos, nuestros mayores, de si viene o no una cuarta ola o de qué pueblos y ciudades tendremos dentro de unos años, nuestra egoísta clase política se entretiene en conspirar para ver si se pueden agarrar al sillón o echar al adversario del poder mediante determinados movimientos que, por muy legales que sean, rozan el despropósito en el actual contexto social en el que nos encontramos. Sería injusto meter a todos en el mismo saco, pero cuesta salvar a alguno, ya que casi nadie es capaz de levantar la voz y decirle a sus mandos -en Madrid, en Sevilla o en Córdoba- que están equivocados y que ¡vale ya! de tanto descaro.

Moción de censura fallida en Murcia, elecciones anticipadas en Madrid, partidos en extinción (como Ciudadanos) virando a un lado u otro con tal de tratar de sacar tajada en el poco recorrido que le queda; un presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), más preocupado de la calculadora electoral que otra cosa, inoperante y dinamitando su propio Ejecutivo. Podemos solo hace ruido y agita para armar bronca en la calle (pobre de IU, para lo que ha quedado) y el PP, con un Casado que no sabe ejercer de líder, despistado y si rumbo, mientras Vox hace sus cuentas para sacar rédito a su populismo barato y demagógico. Cierto es que en este 14 de marzo de 2021 no hay nada que celebrar, pero tampoco es cuestión de que nuestros políticos actúen como si no pasara nada. Necesitamos más gestores y menos desvergonzados.

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