Mensaje en la botella

El mundo en sus manos

Tampoco por esta tierras ibéricas estamos sobrados de líderes con altura de miras

Termina oficiosamente el verano y el curso político arranca tras un paréntesis que no ha sido tal -para algunas y algunos sí, que han estado desaparecidas como si esto no fuera con ellas-, ya que la rabiosa actualidad nos ha tenido entretenidos con una retahila de asuntos que invitan a reflexionar sobre la eterna premisa de quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos, con el añadido personal de un servidor de en manos de quiénes estamos. Esto último tiene un matiz importante y es que, salvo algún caso puntual, la mayoría de personajes y personajillos sobre los que pesa la responsabilidad de dirigirnos los hemos elegido nosotros mismos en las urnas, con lo que la primera consideración deberíamos hacerla los ciudadanos, ya sea en Córdoba o en Sebastopol. Algo estamos haciendo mal para que adquieran notoriedad y poder.

Por poner solo algunos ejemplos, en los dos últimos meses hemos leído que la Amazonia está en serio riesgo a causa de los incendios forestales, que Estados Unidos sigue empeñado en endurecer sus relaciones comerciales con China -con toda la repercusión que tiene en el resto del mundo-, que la política fronteriza estadounidense sigue siendo inflexible con los que quieren entrar en el país desde Latinoamérica, que un barco (el Open Arms) ha estado casi anclado en el Mediterráneo cargado de inmigrantes que huían de la desesperación o que el Parlamento británico ha decidido cerrar sus puertas durante cinco semanas para así concretar un Brexit a las bravas, o lo que es lo mismo, una salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea sin acuerdo.

Podríamos pensar que son cuestiones casi normales, que ocurren en el planeta porque las relaciones entre los estados son así y devienen en situaciones un tanto extrañas y difíciles de entender. Y es posible que se trate de escenarios habituales, pero tampoco podemos pasar por alto que son problemas que generan o proyectan personas que presumen de ser líderes mundiales, políticos con nombre y apellido, como Jair Bolsonaro, Donald Trump, Matteo Salvini o Boris Johnson. Analizando la trayectoria de todos ellos, sus excentricidades, exabruptos y provocaciones, no nos queda más que resignarnos a sus caprichos o poner freno de alguna manera, sobre todo para que las urnas no avalen a este tipo de nefastos lumbreras en el futuro.

Dicho esto, tampoco es que por estas tierras ibéricas andemos sobrados de líderes con excesiva altura de miras, hasta el punto de que están provocando un hartazgo entre la ciudadanía que veremos a ver cómo acaba. Seguramente, con elecciones de nuevo por la inutilidad de todos ellos y su egoísmo. Pero volviendo al principio, nuestra preocupación no es sólo dilucidar hacia dónde vamos, sino en manos de quiénes estamos. A veces, casi mejor no pensarlo, porque uno siente cierto pavor.

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