Mensaje en la botella

No seamos malpensados

Las decisiones de los gobiernos generan confusión y transmiten improvisación y desconocimiento

Una vez más, vamos a cerrar la semana con un millar de nuevos casos de covid-19 en la provincia de Córdoba. La mayoría de ellos son jóvenes, tienen menos de 30 años, ya que es la población con más riesgo porque no está vacunada. Eso supone -por su edad- una presión hospitalaria soportable y que los fallecimientos sean muy escasos. No obstante, está claro que tenemos un problema, porque muchos de esos contagios son fruto de todo lo que nos han dicho en el último año y medio que no debíamos hacer, es decir, exceso de contactos sociales sin la debida protección con la mascarilla. Lo fácil, y tal vez necesario, sea culpar a esos grupos de jóvenes que muestran una actitud irresponsable, a esos que han decidido que ya está bien y prefieren saltarse las recomendaciones porque se les ha acabado la paciencia. Se sienten fuertes, creen que el virus no les provocará daños graves y se arriesgan antes que optar por la moderación.

El propio consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, lo dijo el pasado viernes en la capital al referirse a esa franja de edad delos menores de 30 en la que se multiplican los casos: "nos está dando muchísimos quebraderos". Pero una vez que gran parte de la sociedad está señalando a la juventud, hay que tener en cuenta otras cuestiones. En primer lugar, y más allá de los canales de información -que son muchos- de los que disponen, me gustaría pensar que todos ellos cuentan con un entorno familiar que les habrá puesto sobre aviso sobre los riesgos reales de la pandemia. Es más, muchos de ellos tendrán abuelos, tíos, primos, vecinos o conocidos que hayan sufrido de forma cruel la enfermedad o que incluso hayan muerto.

Dicho esto, tampoco se debe pasar por alto el cúmulo de decisiones que se toman por parte de quienes nos gobiernan, de tal manera que generan una confusión excesiva -incluso perplejidad-. La sensación que transmiten es de improvisación y desconocimiento. O las dos cosas. Cada país toma su propio camino como le viene en gana e incluso las comunidades autónomas hacen propuestas que cambian de un día para otro, mientras que la incidencia de la enfermedad sube a un ritmo extraordinario.

En unas zonas de España se pide que vuelva el toque de queda, en otras cierran el ocio nocturno, en la de al lado se abre o incluso aquí, en Andalucía, se amplía el horario, mientras el Gobierno central mira para otro lado. ¿Quién lo entiende? Si ese es el ejemplo que quienes gestionan lo público dan a la ciudadanía, que nadie se extrañe de lo que está pasando, por mucho que denunciemos enérgicamente esas concentraciones de personas -jóvenes y no tan jóvenes- poco edificantes y que muestran una insolidaridad vergonzante. Porque a este paso, igual hay quien comience a preguntarse si es que hay alguien interesado en que esto de la pandemia se alargue más de lo necesario. Pero no seamos malpensados. Por ahora.

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