Mensaje en la botella

La luz y el túnel

Debemos empezar ya a reconstruir una sociedad que está realmente dañada

De todas las medidas que se han adoptado desde aquel lejano 14 de marzo, en la que se acordó el confinamiento, la reapertura de los colegios tal vez sea la prueba más importante a la que nos afrontamos para recuperar nuestra vida. Y lo es más allá de la ineptitud manifiesta de quienes de nos dirigen a la hora de planificar cómo y de qué manera se tiene que producir el regreso a las aulas, que es una historia muy distinta. Por muy grave que sea esta crisis, que lo es, las sensaciones también importan, sobre todo por su efecto psicológico sobre la sociedad. Y en este caso, la escuela está jugando ya un papel fundamental. Ver a niños y niñas con su mochila camino de clase o cómo hacen sus últimas compras para la inminente entrada en los institutos está suponiendo una especie de bálsamo para quienes desde la angustia y la desesperación han vivido unos meses que no podremos olvidar jamás.

El futuro nos dirá si, de verdad, estamos avanzando o volveremos atrás unas cuantas casillas, tal y como nos ha ocurrido con la cifra de contagios y la propagación -que muchos creían casi extinguida- del dichoso virus del covid-19. Nadie nos va a quitar el miedo, pero sea como sea debemos seguir dando pasos hacia adelante para salir de esta crisis, no solo ya en el ámbito sanitario, sino desde el punto de vista económico y social. Cierto es que la política -mejor dicho, los políticos- no ayuda precisamente a generar ese clima necesario, tal vez porque siguen haciendo sus cálculos electorales y maquinando a ver cómo se pueden quitar de encima cuanto antes los casos de corruptelas que pesan sobre algunos de los partidos que forman parte del arco parlamentario.

Si lo de la vuelta al cole sale bien -o al menos no se convierte en un despropósito- debemos empezar ya a reconstruir una sociedad que, por mucho que pretenda a veces aparentar otra cosa, está realmente dañada por el cúmulo de acontecimientos que se han ido sucediendo en nuestras vidas en los últimos meses. Me decía un compañero de tertulia el pasado viernes que los medios deberíamos empezar a hablar de esperanza, al estilo de lo que -según él- está ocurriendo en otros países europeos. Sin ánimo de polemizar, le repliqué que la actualidad es la que es y que nuestra responsabilidad nos lleva a contar e interpretar la dura realidad.

Lo evidente es que debemos dejar atrás cuanto antes el lamento, tomar decisiones en el ámbito de lo público y de lo privado acordes a la nueva realidad a la que nos enfrentamos. Es fácil decirlo y muy difícil hacerlo, sobre todo cuando vemos que la ansiada vacuna contra el virus sufre un traspiés o, sin salir de Córdoba, que se sigue pensando en planes de futuro y diseñando estrategias como si aquí no hubiera pasado nada y todo vaya a ser igual que antes. Estamos todavía en el túnel y necesitamos ver algo de luz al final, pero si hay quienes se nos ponen delante, será más complicado.

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