Hace unos meses escribía en este mismo espacio sobre la mediocridad. Sobre aquellos individuos que nos rodean sin cualidades ni virtudes destacables, esos que no son referente de nada, carentes de liderazgo y en los que no vislumbramos ninguna fortaleza que nos sirva de motivación. Escribía sobre los que no aportan, no enseñan y en los que no intuimos ninguna capacidad que nosotros no tengamos. Eran nuestros mediocres.

Esta semana, alguien a quien admiro profundamente -admiración heredada y confirmada en primera persona- me ha regalado un texto suyo que me ha dejado dándole vueltas a aquello. Tantas vueltas, que ha hecho que gire el discurso, cambie la reflexión tocando hoy, el otro extremo. Ha sido él y su regalo quien me ha puesto por delante a los otros, a los admirados y a los inigualables. Soy abogada y me recuerdo en mis inicios del ejercicio chupando muchas horas en sala, viendo juicios. Me sentaba allí y veía pasar a compañeros y compañeras. Tomaba notas de lo que decían, estaba atenta a cómo lo decían. Apuntaba algunas muletillas que me resultaban brillantes y otros recursos, junto a los que subrayaba en fluorescente "no decir nunca". De vuelta al despacho, repasaba mis notas y las imágenes de esos letrados me provocaban sensaciones distintas. En algunas ocasiones los recordaba informando y pensaba que eso, o así, lo podría hacer yo; pese a lo vanidoso que puede sonar, les confieso que en otras ocasiones incluso me sentía capaz de hacerlo mejor; pero la mejor parte de aquellos paseos de vuelta -con marco de judería de fondo- era cuando me paraba a pensar en los que había visto actuar y me despertaban la admiración y la certeza de que a esos, nunca los podría igualar. Que así, no sería capaz.

Más allá del oficio concreto y de la motivación que estos últimos me inyectaban, esa sensación nos la regalan a todos, algunos inigualables que nos encontramos en nuestro camino. Topar con esos perfiles, es un regalo y un acicate. Rodearte de los que gozan de esas capacidades superiores, incentiva. Desde la que esgrime cada argumento con una capacidad analítica por encima de la tuya, el que sabe afrontar con un espíritu resolutivo extraordinario y todos aquellos que nos evidencian al escucharlos, al leerlos y, al verlos hacer de manera tan brillante, lo mucho que nos queda por profundizar, por estudiar, por aprender, tienen que ser el incentivo y el estímulo. Intuyo que no los igualaremos pero intentar alcanzarlos y parecernos un poco a ellos, será crecer en la buena dirección.

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