De fiar

"Quiero seguir pensando que la mayoría no te falla, que saben guardar confidencias y están cuando hay que estar"

EN nuestro quehacer diario, en nuestro día a día, en el grupo de amigos extenso y hasta en familia, todos topamos con sujetos de perfiles variados con los que vamos configurando un código de relación determinada. La convivencia, los encuentros casuales o experiencias laborales con ellos, nos confirman lo diferentes que somos unos de otros, los caracteres dispares y las distintas conexiones que podemos entablar con cada uno de ellos. Los hay que aparecen y engarzan. Son aquellos con los que, en los pequeños detalles, surge la confianza. Irrumpen y fluye. Y sin complicidad trabajada en años, te demuestran que más allá de luces y sombras, de aciertos y errores, el trato es sin dobleces. Otros, mandan reiteradas señales y nos dan continuas pistas para hacer valer aquello del No te fíes de nadie.
Inequívocos esos comportamientos que generan de manera automática desconfianza. Los que levantan un muro enorme y nos hacen recelar. Complicado depositar una mínima confianza en aquel que habla mal de todo el ausente, que no deja títere con cabeza y apenas encuentra nada positivo en nadie. Ponen en bandeja la seguridad de que en cuanto nos demos la vuelta seremos nosotros el objeto de su furia.
Miro con poca simpatía al que desdeña a sus compañeros y colaboradores, al que se atribuye el mérito de cualquier éxito cercano y su única conversación pivota acerca de su inteligencia, su perspicacia o su brillantez. Esos que se reivindican como inventores de la pólvora, los que parecen querernos decir que solo con su llegada las cosas empezaron a funcionar y que todo lo pasado es cutre, malo y pésimamente gestionado, de estos hay muchos en la política –adanismo, creo que le llaman–.
Confío en el que escucha, en el que mantiene una afabilidad no impuesta, en el espontáneo y en el que se acerca enarbolando la primera persona del plural. Desconfío de aquellos que solo te buscan en el éxito y procuran marcar distancias en el fracaso, de los que tejen una red para sustentar errores, los que simulan consensuar decisiones para repartir y diluir equivocaciones. Quiero seguir pensando que la mayoría no te falla, que saben guardar confidencias y están cuando hay que estar, que no critica a tus espaldas y que saca las uñas por ti.
Quiero a aquel que no elude los problemas, afronta los errores y pide disculpas sinceras. Son más fáciles de detectar aquellos de las pistas claras. Más complicados los habilidosos que se hacen pasar por los primeros. Sigamos descubriendo y detectando a unos y otros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios