Vaya semana! Dos ideas: cuánto dan de sí siete días y qué bien colocao ha estado este puente. ¿Se imaginan los siete días de la semana con la intensidad del lunes? ¿Siete días viviendo la magnitud, la potencia de aquella desolación o de aquel jolgorio por el cambio, del lunes, durante una semana entera? Agotador. Estamos cerrando puente y espero que todos hayamos desconectado, ya mañana retomamos. Así que hoy no hablaremos de política pero, hilando con lo de tomar decisiones, me surge una reflexión. ¿Qué nos influye a la hora de elegir? ¿A quién tenemos en cuenta para optar? ¿Quién tiene ascendencia sobre nosotros para ser determinante en nuestras decisiones?

Y es que todos tenemos en nuestro entorno personas que nos condicionan de alguna manera, que resultan determinantes para nosotros a la hora de tomar decisiones. Que se configuran autoridad. Y el temor a la no aprobación por parte de esos, nuestros influyentes, la importancia de su beneplácito, resulta del todo esencial para nuestras resoluciones. Los hay con tanta autoridad, que hasta puede que no compense ni tan siquiera plantearles cuestión controvertida. Por si acaso; no vaya a ser que no nos apoyen y eso nos desmorone. Pese a que nos configuramos, al menos socialmente, como seres libres, capaces, con autonomía, con poder de decisión, lo cierto es que todos somos rehenes de nuestros complejos, de nuestras inseguridades y de nuestros propios influecers. Los que tenemos presentes a la hora de decidir, los que antes de dar respuestas se nos representan mentalmente e intentamos intuir su opinión por prevenir reacciones que nos desborden.

Que los tenemos, es indubitado. Que para que esa influencia sea sana, deberíamos al menos, ser nosotros también críticos con ellos. Se supone que los legitimamos para que opinasen, por algo; se supone que tiene sentido que sean ellos, por algo. Deberíamos mirarlos también con rigor, y analizar con criterios racionales las virtudes con las que cuentan, los requisitos que cumplen para arrogarse esas facultades sobre nuestras tomas de decisiones.

Deberíamos confirmar que en su aprobación o desaprobación se rigen por nuestro bienestar y juicios objetivos. No vaya a ser que nos perdamos oportunidades, que renunciemos a proyectos, que desterremos ilusiones, solo por el miedo a decepcionar a aquellos. Que ni siquiera nos permitamos descubrir los caminos que se abren a nuestro paso, porque nos gane la presión de disgustarlos. Que no lo descubramos sólo por no afrontar la cuestión con esos otros. Que no lo vivamos, solo porque a nuestros influyentes, no les convenza demasiado, sin más. Y así, sin más, nos lo perdamos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios