Votante amigo: habrás notado que las campañas se solapan. Precampaña permanente. Te parecerá gloria bendita terminar estos abriles sabiendo que, tras el recuento, una se termina (digo yo), pero al mismo tiempo que todavía no hemos empezado ésta, ya vivimos en otras dos: municipales y europeas. Siéntete afortunado, un poco más arriba te caería otra del tirón: autonómicas. En fin, votar es un minuto escaso tras una cola normalmente asumible. A mí siempre me pareció que tu ritual para votar contenía incluso algún elemento festivo. Pero, qué quieres que te diga, se me hace pesado soportar todo el camino previo, tal como ahora te lo ofrecen.

Supongo que, dada la cercanía, aunque andes pensando qué hacer con tu papeleta el día 28, estarás ya invirtiendo algún tiempo en reflexionar acerca de la ciudad, así, en general, para luego ir bajando a lo más concreto. A mí la primera idea que se vino para comentarte sobre ese tema es la del titulillo de estas letras. Antes de que precipites sé que nada tiene que ver esto con el libro de Mario, pero no me negarás que el juego de palabras tiene su coña. Si a los electores les preguntaran hoy por la aportación de los ayuntamientos actuales a sus vidas, probablemente la mayoría contestaría que bien poco, que se hacen muy poquitas cosas desde ahí para ellos. O sea, que nuestros líderes locales son vagos, que pierden nuestro tiempo. Pues eso, la ciudad y los perros. Eso es malo.

Lo es porque no debería ser cierto: gran parte de las cuestiones que afectan decisivamente a nuestra vida ordinaria (que tienen mucho más que ver con la recogida de basura que con cualquier colección de decretos de los viernes, por poner un ejemplo neutro) se deciden y se aplican desde los ayuntamientos. Más allá de los eslóganes manidos de un municipalismo antiguo, esos de que son la administración más cercana, y las peroratas de los alcaldes, alcaldesas y alcaldables para "poner en valor" la penúltima rotonda, los gobiernos locales son definitivos para nuestro bienestar. Y hacen cosas. Pero creo también que nos distraen con bastantes chorradas. La vagancia percibida de los que mandan en las ciudades no viene tanto por no hacer, sino 1) por no hacer lo que verdaderamente importa y 2) por no evidenciar que se ha hecho. Claro, si lo que es importante no se ha hecho o se ha hecho poco, ¿cómo lo van a contar? Van al tran-tran, no hay un diseño del futuro sino, en el mejor de los casos, un gobierno ramplón del presente.

Se cumplen cuarenta años de la recuperación de los ayuntamientos democráticos. Entonces, estaba todo por hacer y lo hicieron. Ofrecieron un modelo de ciudad que construir. Sin medios, igual que ahora; sin apoyos, igual que ahora; con ambición y con política de la grande, ya, igualito que ahora. Bueno, no desesperes y sigue bien, que todo llega, a pesar de todos nosotros.

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