Si acaso puedo llegar pronto esta noche y me da por hacer algún zapping en la tele, igual acabo otra vez en la local donde repasan lo que ha hecho el Córdoba en la jornada inmediatamente anterior. Pero ya sé que no va a ser lo mismo.

Yo no soy ni futbolero ni cordobesista, la verdad, pero debo reconocerme tremendamente sedanista, en el sentido inventado de seguidor de Sedano, el maestro, el profe, el cordobés de solera que, con su verbo floridísimo, su rictus serio, su semblante senequista y su marcadísimo acento, cada previa y siguiente a que los blanquiverdes jugaran enseñaba las claves que, a su juicio, deberían seguir y analizaba el partido conforme al juego, el rival, la categoría, las aspiraciones y las decepciones. Rafael Sedano ya no estará para seducirme, más allá de lo que me importe el fútbol o sus equipos, incluido el mío, que no tengo.

Jamás he hablado con él. No lo he conocido personalmente. Lo he seguido, especialmente en la tele, como digo, en los últimos años, en su faceta como analista fino de lo que el Córdoba hace, éste bueno de ahora, aquel decepcionante de otras temporadas, el siempre dificultoso hasta no hace demasiado en la gestión y desubicado por afición, ciudad e historia, como Sedano solía decir, en las categorías donde compite. Pero, insisto, lo he seguido y no es solo de ahora.

Recuerdo bien que cuando empecé a trabajar tras la carrera, ya ha llovido más de un cuarto de siglo, daba yo barrigazos y patinazos por Molinos Alta, sitio de mi primer tajo. Muchos días al comienzo o al final de la mañana me cruzaba por allí con un señor vestido tan elegantemente que hasta, ya a esas alturas, parecía raro, pero aquel señor iba con un paso firme y seguro por la calle, con sus pantalones estupendamente plantados; la chaqueta combinada por traje o por acierto; su camisa, ligeramente atrevida; y corbata, nudo doble, ancha y festiva; pañuelo de bolsillo y gemelos a juego.

Las primeras veces solo me sonaba, sabía que era alguien que hacía algo relevante pero no qué. Al poco tiempo ya supe que era Sedano, un hombre del fútbol, sabedor con pasión, y en especial, de las categorías inferiores, donde la ciencia de ese arte es tan rotunda porque no se distrae con los nombres de las estrellas y tiene el riesgo de estrellar a muchos. La curiosidad del chaval que yo era, cuando internet era aún muy poco, me llevó a buscar cosas de Sedano. En recursos o en vivo le leí, vi y escuché varias veces. Sedano sabía, enseñaba y protegía. Me daba igual que no me gustara demasiado el fútbol. A mí me gustaba él. Me divertía que siempre pareciera que el profe estuviera riñendo, que cuando explicara supiera sin falsas humildades que lo que él veía solo lo veía él.

Sedano me va a faltar y creo que también a esta ciudad. El profe, aquí, donde se enseña tan poco, enseñó más que futbol. Descanse en paz.

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