Mensaje en la botella

El campo, otra vez

Lo peor de todo es que el sector agrario solo encuentra la callada por respuesta

Aunque parezca que ha pasado un siglo, en febrero de 2020, unos días antes de que se decretara el estado de alarma en marzo de 2020, el campo cordobés salió a la calle para decir basta, ya que su situación era insostenible. Una pandemia -y lo que queda- después, nada ha cambiado. Los agricultores y ganaderos continúan con los mismos problemas, e incluso algunos más tras la aprobación de la Política Agraria Común (PAC) por parte de la Unión Europea. Así las cosas, el pasado martes decidieron sacar de nuevo a las calles sus tractores. Lo más preocupante no es que la situación del sector primario se hayan enquistado, sino que nadie se los toma en serio y, así, es complicado encontrar una solución. Aquí da igual que haya gobiernos progresistas, conservadores, liberales o mediopensionistas, lo único meridianamente claro es que nadie es capaz de encontrar una solución a algo tan básico como es garantizar la producción de alimentos y dar estabilidad a una actividad de la que viven miles de familias sin las que la sociedad no puede subsistir. He dicho en más de una ocasión en estas páginas que los propios productores algo tienen que ver en esta eterna crisis de su actividad al no saber elegir de forma acertada a sus interlocutores, pero eso no puede, ni debe, desviar la atención sobre la realidad que están viviendo quienes tienen puestas todas sus esperanzas de vida en la agricultura o en la ganadería.

La pandemia y aquellos duros meses del confinamiento pusieron de relieve la importancia del sector agrario. Los temores a un posible desabastecimiento alimentario se diluyeron inmediatamente no solo por un sistema de distribución que funcionó, sino porque los productores estuvieron a la altura, incluso dejando a un lado todos los sinsentidos que rodean a su actividad. Ahora, la subida de los costes de producción por el encarecimiento de las materias primas, los niveles disparados del precio de la luz y del gasóleo y los bajos precios han sido el detonante que ha encendido a un sector que se siente abandonado ante la inacción de las administraciones. Y lo peor de todo es que la respuesta que han encontrado es la del silencio o, como mucho, algún que otro gesto más demagógico que comprometido -no sé qué pintaban en la tractorada algunos dirigentes de la Junta y del PP más allá de hacerse una foto y exhibir una especie de apoyo al sector que no se cree nadie-.

Es inconcebible que cualquier otra actividad económica, sea la que sea, tenga que vender su producto por debajo del umbral de la rentabilidad. ¿Alguien se imagina eso en un supermercado o en una industria? Pues eso es lo que está ocurriendo en la agricultura. Los niveles de protección de los sectores estratégicos deben ser una prioridad para los gobiernos, pero en el caso del campo, nunca es así. Tal vez la única solución sea que, cuando salgan a la calle otra vez, todos estemos allí. Nos necesitan.

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