Nos hemos acostumbrado al Black Friday, al Cyber Monday, que toca hoy, y a la madre que parió a Panete (sin traducción posible al inglés, porque a ver cómo se explican en Guiriland las andanzas de Panete y su pandilla). Pero el tema (the abstract, my friend) es que nos pasa. Somos unos más. Yo no lo critico. Ni mucho menos. Hay que hacer cosas para salir de esto. El sábado hice las compras que prevén atravesar el espacio aéreo europeo esta Navidad, si es que llega, en Reyes, que es más lejos todavía, o sobre los lomos mágicos de cualquier armadillo. En casa somos devotos de un frikismo sincrético máximo que la adorna, mezcla imperfecta y muy nuestra de nueve candiles de aceite, árboles con bolas, y christmas con la sagrada familia. Con nuestra lista, aprovechamos las ofertas del día que, aunque era sábado, contaba igual, y a volar.

Este año de mierda que nos ha tocado vivir va a dar la lata hasta el final y, con casi total seguridad, vomitará un poco más en 2021. Esperemos que poco. Las ganas de vernos, las ganas de juntarnos, las ganas de ser como somos, qué carajo, van a tener que quedarse en eso, ganas, a pesar de los cantos de sirena de los responsables políticos, tan valientes y competentes, que tenemos, incapaces de decirnos las cosas como son y como lo que somos, salvo excepciones contadas que silencian interminables homilías y sesiones de videoconferencias oficiales. Lo sabemos. Igual que sabemos que por mucho que le pongamos nombres chulos a los días, así en extranjero modernete y cool, la realidad es tozuda.

Los comercios de este país habrán podido anotarse el pico de ventas que estos días traen y yo lo celebro (aunque les toque poco a los chicos, mucho a los grandes, y una pasada a los enormes por internet) y me da exactamente lo mismo que se digan los nombres de esos días para vender más y empujar un poco las economías de las gentes (la del país, así en genérico, en este momento, me importa bien poco) en inglés, en búlgaro, sánscrito o esperanto. Celebro también que los consumidores, que somos casi todos, salgamos a gastar algo de lo que tenemos -con un poquito de ilusión fabricada y forzada y más miedo que once viejas- porque el consumo hace que el dinero se mueva y, si se mueve, alguna alegría tímida se abrirá paso. Pero lo black, black, negro de cojones, es que mientras la gente está haciendo esfuerzos por reinventarse, por aguantar, por contribuir y tirar hacia delante, la responsabilidad económica de nuestros fenómenos brille por su ausencia y ofrezca rollos envueltos en presupuestos, más impuestos, vaivenes, vainas y cero planes reales.

En Black Friday, y en sábado, domingo, lunes, martes, miércoles, jueves y, otra vez, black, el país se está dejando la piel, la cartera, y las esperanzas en cumplir para seguir y tirar. Habrá tontos y cenizos, no diré lo contrario, pero los menos. Una proporción igual arriba, a lo mejor, cambiaba el color.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios