Hay destinos a los que uno nunca se planteó viajar. Hay viajes que no se emprenden en solitario. Hay veces en la vida en que las proposiciones adquieren atractivo porque vienen de la mano de alguien -o muchos alguien- a quien nos apetece descubrir y, de venir de la mano de otros, sencillamente, no despiertan el interés suficiente para que la proposición tome cuerpo de objetivo. Sensaciones humanas no condenables.

El viaje arranca mucho antes de partir. Suele aparecer en forma de ensoñación, de sugerencia o mero planteamiento en nebulosa, sigue con la propuesta de un boceto, de la hoja de ruta, poco a poco se dibuja el borrador del itinerario para llegar al destino y sigue con la definición de un plan estimulante para una vez que se aterrice. La elección del grupo de viajeros es sin duda la parte determinante y será para siempre, la esencia del viaje; será eso lo que determine la experiencia y haga del recorrido, la vivencia. El viaje no es el mismo según quien nos acompañe en el trayecto. Son los compañeros de viaje los que colorean y determinan el sabor de la aventura.

Certero aquel que permite que el grupo vaya definiendo al grupo. Gran acierto de aquel que asume la dirección y ejerce desde la escucha, buen guía el que propone y no impone. El equipo crece y se va precisando entre quienes lo van configurando. Viajeros afines, viajeros diversos, viajeros respetuosos que suman, que aportan. Viajeros que traen ideas, formas de hacer, de decir y de contradecir; viajeros que callan y observan y, los que hablan por varios, viajeros con diferentes destrezas que enriquecen al grupo, que enseñan al resto y forman equipo. Compañeros de viaje a los que atender y de los que aprender.

Viajar en grupo tiene sus riesgos. La ruta puede desgastar. Habrá etapas más duras, jornadas dinámicas, paradas en las que el cansancio alterne con la ilusión y serán precisamente las diferentes maneras de gestionar todas esas emociones, las que enriquezcan a todos y cada uno de los integrantes del equipo. Si el grupo nos lleva a meter el respeto, la tolerancia y la admiración en el equipaje de mano del que tirar constantemente, el éxito del viaje se saborea mucho antes de llegar. Viajar en grupo supone aceptar diferentes ritmos, convivir con distintos caracteres, escuchar a cada uno en su propuesta, su visión y su pretensión en la andanza que se comparte.

La suerte es llegar al destino y tener la convicción de haber viajado con el mejor equipo.

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