Estaba al caer y llegó. El famoso análisis del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre indicadores urbanos vuelve a sacarnos los colores, refleja lo que muchos ya esperábamos e incluso lo empeora respecto al estudio del año pasado. En síntesis, el informe viene a corroborar que entre los 15 barrios más pobres de España hay cuatro cordobeses. Nada más y nada menos. Seguramente -con razón- habrá quien matice el asunto diciendo que hay que tener en cuenta determinadas cuestiones que no aparecen en esa estadística, como el de la economía sumergida y otros factores que se pasan por alto. Seguramente sea así, pero de lo que no cabe duda es que es un dato para reflexionar y para ver qué estamos no haciendo al respecto. A grosso modo, el INE certifica que Las Palmeras ocupa en ese ranking el mismo puesto que el Distrito Sur el pasado año. Las Palmeras es ahora el quinto barrio más pobre de España, mientras que el Polígono del Guadalquivir ocupa el sexto puesto; el Sector Sur es el undécimo y la zona comprendida entre El Higuerón-Majaneque-Alameda del Obispo está situada en el puesto 13 de los 15 barrios más pobres. En cuanto al paro, pues otra cifra para la vergüenza, ya que la capital cordobesa es la que cuenta con la segunda tasa de desempleo más alta de todo el país, sólo superada por la ciudad jiennense de Linares.

La tentación cuando caen en manos de cualquiera estas conclusiones es la mirar a un lado y otro buscando un responsable -a ser posible político- para descargar la culpa sobre un hecho que, repito, debe provocar un sentimiento de bochorno en todos los que vivimos en esta tierra. Sin embargo, de poco servirá esa crítica, más que para justificarnos, ya que a la vista está que ninguna opción política de las que ha pasado por Capitulares en las últimas cuatro décadas ha sabido o podido acabar con esta rémora.

Pero además, tratar de mirar sólo a una institución -en este caso el Ayuntamiento- tampoco sería del todo justo, por mucho que tiene una responsabilidad clara. Lo peor de todo es que el diagnóstico está hecho, las posibles soluciones se han puesto en más de una ocasión sobre la mesa, pero a la hora de la verdad nadie ha querido llevarlas a la práctica. Esos índices de pobreza no se cambian de la noche a la mañana, pero el aviso de que el problema va en aumento ha ido llegando a los responsables de las instituciones. Aunque sea repetir lo que ya se ha dicho en numerosos foros, la solución no es otra que un plan integral, pero en serio, en esas barriadas, un programa con contenido y con financiación, en el que participen todas las administraciones y en el que -a ser posible- se deje a un lado la tentación de querer apropiarse del éxito, si es que llega.

Seguramente, no queda muy bien de cara al exterior eso de un pacto por el desarrollo de los barrios desfavorecidos, sobre todo en una ciudad que se vanagloria de su pasado cultural, de su patrimonio, del número de turistas que cada año nos visitan o de que está a las puertas de un nuevo reconocimiento por parte de la Unesco. Y no digo yo que no lo hagamos, ni tampoco pretendo acusar a nadie de girar la vista hacia otro lado, pero tal vez debamos mirar más de frente y, además, ver la realidad. ¿Tan difícil es?

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