Un paso más. No sabemos si atrás o hacia adelante, pero hemos pasado de pantalla en esto de la crisis sanitaria del covid. Al final, se ha optado por una serie de restricciones a la carta, dependiendo de la situación de la pandemia en cada municipio. En el caso de Córdoba, son 21 los municipios que quedan cerrados perimetralmente, algunos de ellos importantes en cuanto a población, como es el caso de Lucena, Pozoblanco, Peñarroya-Pueblonuevo o Rute, por citar unos cuantos. De esos 21, una docena presenta además unas cifras tan graves que el Ejecutivo andaluz considera que se debería aplicar un confinamiento domiciliario a sus vecinos, una medida que el Gobierno central ya ha descartado, según anunció ayer el ministro de Sanidad, Salvador Illa.

Ahora nos dicen que no queda más remedio que ser duros, que no hay alternativa, pero lo que más llama la atención es la sensación de sorpresa que nos quieren transmitir quienes nos gobiernan, como si se tratara de una situación sobrevenida. Esta vez no cuela. El factor sorpresa de la pandemia se ha diluido y los números que tenemos nos los hemos ganado a pulso entre todos, tanto por la irresponsabilidad ciudadana como por las decisiones timoratas de la Junta de Andalucía y la laxitud de algunos alcaldes, sin olvidar la inacción del Gobierno de Sánchez, más preocupado de las elecciones catalanas y de esconderse que de otra cosa.

Lo único claro es que lo anunciado por Juanma Moreno el viernes llega tarde. Decisiones que se toman a destiempo, cuando desde hace meses se nos viene augurando que habría una tercera ola que, finalmente, no ha sido tal, sino un tsunami de contagios agravado por un plan de vacunación ineficaz y la dejadez de las administraciones. Porque las autoridades no solo tienen que dictar restricciones, sino hacer que se cumplan. Y eso se echa en falta desde hace meses. Lo hemos visto en esta Córdoba nuestra con espectáculos lamentables como las concentraciones de personas ante el hotel donde se hospedaba el Barcelona de Messi o en El Arcángel antes del partido de la semifinal de la Supercopa ante la Real Sociedad. Sirva este caso como ejemplo no solo de la insensatez de muchos, sino de la inactividad -cumpliendo órdenes, se entiende- por parte de las fuerzas de seguridad públicas.

Los agentes del orden actuaron con firmeza y determinación durante el duro confinamiento, la misma que ahora se echa de menos. No se entiende que la policía se vuelva invisible cuando en una ciudad como Córdoba llega el toque de queda -donde se puede pasear de noche sin el más mínimo control-, que las multas en los municipios durante los excesos navideños sean irrisorias -por no decir inexistentes- o que la presencia en las carreteras de la Guardia Civil sea y haya sido mínima cuando no se podía salir de la provincia o de tu propia localidad.

Ya que nos hurtan derechos por decreto, los gobiernos tienen también la obligación de hacer que se cumplan, no solo por una cuestión de cumplimiento de la legalidad, sino por respeto a la mayoría de ciudadanos que acatan con resignación y paciencia (demasiada) las normas, por muy improductivas y ridículas que parezcan.

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