El romanticismo está en crisis. Ya no hay cenas románticas en restaurantes bonitos, ni mesas con velas en el rincón más íntimo del gastrobar con encanto, no hay vinos en la barra, ni copas de preámbulo en el garito de moda, sin cabida para la penúltima en nuestro pub favorito. No hay cines, ni sesión golfa, ni paseos entrelazados de madrugada a la luz de la luna, no hay besos a media noche en callejuelas recónditas. Ahora es todo a una. Tú, yo y el mando.

Ahora el mando manda. Crisis, pandemia, crianza, confinamientos y cuarentenas, el momento es complejo, sin duda. Es difícil hacer mucho, imposible innovar constantemente, ver series juntos se ha convertido en el reducto de la pareja. Las series y la manera de verlas son el baremo actual de la salud de la relación. Indicadores determinantes e irrefutables del estado y el momento en que se encuentra la historia de amor. Mi marido, mis hijas y yo, vemos la tele; mi amigo Joaquín tiene novia, aún no han visto un solo capítulo de serie alguna, no están en eso. Desayunan en la cama y cambian de provincia cuando pueden, el noviazgo.

Las concesiones por amor de hoy se traducen en acceder a ver la de ciencia ficción que quiere uno, o darle una oportunidad a la que propone ella. Parejas que se consolidan, o no, eligiendo series, poniendo a prueba la compatibilidad. Debatiéndose en la lucha interna de ver la de miedo sólo en el salón, mientras ella disfruta sola de los Bridgerton en el iPad. O tirar de acto de amor, convencer o ceder y seguir juntos en esto. Nuevos códigos, nuevas barreras, nuevas oportunidades.

Los hay que se resisten a separarse y son de los que opinan que pareja que consume serie unida, permanece unida, o aquellas independientes, que reclaman espacios, dispositivos y series propios. Tras la cena, el quid de la cuestión; la de aquellos que ansían que den las diez para compartir o burbuja de uno, con miniserie y momento individual. Porque aquellos que antes miraban a cada lado de la cama son ahora los que tiene dos Tablet en un mismo colchón. Tan cerca y tan lejos. Tan distantes. Códigos de consumo, códigos de pareja.

Y es que hemos pasado de recomendar restaurantes a recomendar series y en esto, como en lo otro se abre un campo de posibilidades. Respeto a todas las opciones y, por si acaso en la mesilla, un libro y una conversación a mano.

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