Todo el mundo tiene claro lo que ocurrió en las elecciones generales: ganó el PSOE. Guste o no, las urnas fueron claras. Desde abril no se ha concretado el gobierno. En parte, porque las reglas permiten que el compás lo marque el vencedor, con ciertos límites. En parte, también, porque las propias reglas le dan a la investidura una importancia parlamentaria, que la tiene, sobredimensionada.

Para muestra de lo que las normas podrían hacer, un botón: entre medias de esta situación de sí pero no nacional, se celebraron municipales y autonómicas. Las municipales dan lugar a gobiernos y oposiciones locales, no tienen una extracción parlamentaria porque los plenos no son parlamentos, como sabemos, pero el juego que reproducen sí tiene esa base, tanta que a veces los concejales confunden por exceso el peso de su cometido. En ese ámbito de gobierno, lo hay siempre a fecha fija. La regla es simple: cuando los candidatos a la alcaldía se someten a la investidura o son elegidos en única vuelta por mayoría absoluta del número legal de miembros de la corporación o es proclamado alcalde el cabeza de lista más votado. Chimpún. Este sistema exportado a los gobiernos de extracción parlamentaria no vulneraría la naturaleza de los mismos, ni mermaría garantías democráticas, sino que optaría por la estabilidad necesaria, procurando gobiernos rápidos cuyas decisiones podrían ser tomadas y, consecuentemente, evaluadas, ahorrándonos la componenda.

La interinidad es negativa. El gobierno de Sánchez, fortalecido por los resultados electorales y finalmente legitimado (la política es percepción, no sé cuántas veces habré enunciado esta primera premisa), es el que será. No hay otro posible alternativo. Si se niega o dificulta la oportunidad de que el gobierno gobierne, que es lo que tiene que hacer, impide que se retrate y, por tanto, acierte o yerre. Hace poco tiempo, el propio Sánchez lideró en su partido el famoso, y a la postre rentable, no es no a Rajoy. En aquella situación, muchos pensábamos que la responsabilidad política pasaba por favorecer lo contrario, para evitar nuevos comicios encadenados, a pesar de Sánchez y de Rajoy. Finalmente, ocurrió así y se evitaron por una lectura realista del contexto. Unas primarias socialistas y una moción de censura después, lo que hay es lo que hay y Sánchez es claro presidente. No deja de ser irónico que requiera ahora lo que negó, pero el sentido común político está, por fortuna, por encima de los actores que eventualmente lo hayan burlado. Cada día que pase sin concretar gobierno porque no le dejen perjudica los intereses del país, vinculados siempre a la estabilidad y a la normalidad democrática.

Reclamo altura de miras y también pragmatismo. No se trata de apoyar a un gobierno, sino de permitir que lo haya para que esto eche a andar. Incluso a pesar de todos nosotros.

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