Mensaje en la botella

Hacer los deberes

Si seguimos pensando que el covid-19 es un problema de los demás, mal vamos

Ya no hay excusas. Eso que parecía que ya había pasado y que solo era una noticia más de telediarios, pero en otros sitios, ha llegado a Córdoba. Eso, a lo que algunos incluso les cuesta decir el nombre, se llama coronavirus. Se encuentra entre nosotros desde no se sabe muy bien cuándo, ha costado la vida a 116 personas en esta tierra y puede provocar una vuelta atrás en pocos días si no le ponemos remedio. Decía en este mismo espacio hace una semana que los cordobeses no somos los más listos del planeta y que si todos sabíamos, a raíz de lo que estamos viendo y leyendo, que el rebrote llegaría, pues deberíamos encender todas las alarmas.

Pues bien, ya no es una suposición, sino una realidad. Dos brotes en una semana y uno de ellos de unas dimensiones que han puesto muy nerviosas a todas las instituciones públicas. Sé que lo fácil es rasgarse las vestiduras, decir en voz alta lo que pensamos, vociferar que quiénes son los insensatos que se van de fiesta de graduación, se meten en una discoteca y se ponen a disfrutar del momento como si no pasara nada. Pero no podemos quedarnos ahí solamente. Es cierto que hay una responsabilidad en lo sucedido, desde el ámbito de las familias hasta en el centro educativo en cuestión e incluso del propio local de ocio en el que ocurrió todo, pero insisto, lo importante es que se pongan los medios para que todo esto quede en un episodio de mal gusto.

Porque desde hace unos días es obligatorio llevar mascarillas en espacios abiertos y cerrados. La mayoría está cumpliendo, pero los hay que no, que se niegan. De hecho, la Policía Local de Córdoba tramitó 26 denuncias en la primera jornada en la que se anunció que habría multas para quienes no estuvieran debidamente protegidos. Seguramente, podrían haber sido muchas más las sanciones, pero lo verdaderamente preocupante es que todavía haya quien considere que no pasa nada. Al igual que no es extraño ver grupos de amigos que, aun respetando las normas de distancia, comparten platos o postres en un restaurante o intentan entrar al supermercado sin mascarilla con la peregrina excusa de que se les ha olvidado.

La única diferencia con hace unos meses es que entonces eran muchas las personas hospitalizadas, algunas de ellas en la UCI, y que el número de fallecidos era terrorífico cada día. Por lo demás, el panorama es muy similar, así que o actuamos de una manera más cívica o llegaremos a un punto de retorno, a que las administraciones se vean obligadas a restringir de nuevo nuestros movimientos. Si seguimos pensando que el covid-19 es un problema de los demás, mal vamos. La responsabilidad debe empezar por nosotros mismos, por nuestro entorno más cercano. Lo verdaderamente complicado no es hacer los deberes, sino, además, hacerlos bien. Nos va la vida en ello. Literalmente.

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