Somos de lo que no hay. Nos hemos tirado yo qué sé cuánto tiempo criticando lo malo que es no tener gobierno y la incapacidad de los dirigentes elegidos en las urnas para formarlo y, ahora, a un día de que haya, salvo sorpresa mayúscula, tampoco estamos conformes. Aunque en efecto sea malo y los dirigentes, incapaces, ciertamente con una dimensión histórica. Ni Arcadia feliz ni Apocalipsis zombie.

Esto funciona componiendo mayorías parlamentarias estables a partir de los resultados electorales. Cuando un partido alcanza mayoría absoluta, se acaba el dislate porque se inviste presidente a su líder. Si no, hay que hacer esfuerzos negociadores para lograr que, al menos, en la segunda votación haya más síes que noes a la propuesta del candidato hecha por el Rey. En esto ya tenemos todos un máster, porque sin mayorías amplias y con bloques cerradísimos al diálogo que faciliten grandes coaliciones moderadas, vamos por la quinta intentona de investidura del mismo candidato en tres legislaturas seguidas.

Otra cosa: las elecciones, las dos últimas, las ganó el PSOE. Guste o no guste: que las ganase, el PSOE, o que las ganase llamándose así, PSOE, por muy irreconocible que resulte en sus postulados y formas para los que ya vamos siendo unos clásicos. Los tiempos cambian y, a veces, cambian una barbaridad, pero la perplejidad no invalida la democracia.

Más: es posible sospechar que la coalición con Podemos sea una mala noticia. Contenemos también la rabia porque la suma necesite que Esquerra y Bildu no resten (en este último caso, incluso cuesta evitar la náusea), pero la opción es legítima conforme a las reglas. Detestar a un gobierno no puede servir para cuestionar las instituciones. Claro que puede preferirse, de contrario, que una aritmética distinta uniese a partidos teóricamente centrados y con dimensión nacional, pero: a) no es posible, porque no la quiere el candidato; y b) no es posible, porque no hay confianza entre las partes. Cortoplacismo común. El juicio que este nuevo gobierno merezca, incluso el prejuicio que muchos tengamos, es político no por su origen sino por su acción.

Remate: España necesita un gobierno. Ya. Aunque sea malo de solemnidad e infumable. Aunque sea éste. Hará cosas que contenten a unos y disgusten a otros. Y podrá consolidarse o caer. Pero se le podrá juzgar, por fin, políticamente y, por tanto, apoyar su gestión o combatirla. Lo que no se justifica es la interinidad. Así que votos de sus Señorías al aire y al tajo. Nada es eterno, ni lo bueno ni lo malo. El gusto y el susto tendremos que afrontarlo de cara.

Noticia final: hoy es fiesta. Descansa y disfruta. Mañana no. Levántate pronto y dobla la espalda para luchar por ti y por los tuyos, pase lo que pase. Ningún gobierno lo hará en tu lugar. Y al otro, igual.

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