Mensaje en la botella

Emergencia educativa

Ojalá la realidad de la educación fuera solo culpa de un partido o de un gobierno

Andalucía sufre una situación de emergencia educativa". Lo dijo en esta casa el consejero de Educación, Javier Imbroda, en el Foro Joly. Si les soy sincero, se trata de un magnífico titular, pero que a un servidor, por desgracia, no le sorprende. En más de una ocasión me he referido en esta misma columna a la enseñanza en Andalucía y en Córdoba y siento decir que el consejero tiene razón. La única novedad es que esa realidad no la admite en esta ocasión un periodista, sino el máximo responsable de la Educación en la comunidad autónoma. Desconozco si su diagnóstico es fruto de su bisoñez en el cargo o porque -todavía- Imbroda no ejerce como político al uso, pero no cabe duda de que ha dado en la diana a la hora de exponer la realidad de los colegios e institutos en esta tierra.

Afirma el consejero que más de 240.000 alumnos andaluces sufren riesgo de abandono escolar, motivo por el cual se pondrá en marcha este verano el programa de refuerzo educativo, al que se han acogido poco más de 3.600 menores para las 100.000 plazas ofertadas. O lo que es lo mismo, poca aceptación. El dirigente achaca este escaso éxito a la politización que se vive en la enseñanza y aboga por sacar la ideología de las escuelas. También tiene razón en esto.

Vaya por delante que ojalá la realidad de la educación andaluza fuera solamente culpa de un determinado gobierno o de un partido, pero no. Es el PSOE el que ha dirigido la política educativa en las últimas cuatro décadas, pero tampoco es que las fuerzas que han estado en la oposición en esos años hayan levantado la voz de manera contundente. Más bien se han preocupado de tratar de echar al que estaba para hacer algo parecido, pero no han sabido proponer soluciones. Ni siquiera el grupo de Imbroda -Ciudadanos- se ha caracterizado en los últimos años por una defensa a ultranza de la educación pública, aunque ahora todo es distinto porque le toca gestionar este departamento.

Y luego están -estamos- las familia, corresponsables igualmente de lo que sucede. Hemos dejado nuestra representación en manos de asociaciones y federaciones -en Córdoba aún lo estamos sufriendo- cuya única intención era arrimarse a los poderosos, ejercer de palmeros de la Administración y poner paños calientes a las demandas de las madres y padres a cambio de no se sabe qué oscuros intereses. Nos hemos relajado o, directamente, pasado del asunto.

Si a ello le sumamos unos docentes desmotivados, que no han sabido explicarse al confundir las carencias que arrastran para ejercer sus trabajo con los asuntos sindicales y salariales y que se han acomodado en exceso, pues nos encontramos con la tormenta perfecta para que nuestro sistema de enseñanza alcance estos niveles. Soluciones mágicas no hay. Sólo mucha autocrítica, convencimiento de que entre todos es posible y pensar -pero en serio- en nuestros jóvenes. Fácil de decir, pero difícil de hacer.

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