Hace unos días estuve en el Matadero de Madrid viendo la obra de teatro Danzad Malditos, inspirada en la película de Syndey Pollack de 1969, que, a su vez, adaptó la novela de Horace McCoy ¿Acaso no matan a los caballos? El film retrata la situación de los jóvenes en la Grand Depresión Americana, sirvió para que la sociedad del 69 pensara, con el drama teatral, en la España de 2017, se nos propone hacerlo también. En esta obra de formato múltiple podemos ver a jóvenes que participan en un concurso con unas normas muy simples: sólo hay que bailar, permanecer de pie moviéndose durante horas, días, semanas, antes de caer extenuado, a cambio de comida, comida asegurada durante todos esos días. Mientras, una multitud asiste, previo pago, al estridente espectáculo de parejas moviéndose al ritmo de la música, exhaustas, desesperadas, parejas recién inventadas, unidas tan sólo por la necesidad del dinero, por comer todos los días caliente. El premio son mil dólares para la pareja que caiga la última.

Cuando en un día gris, una mira a su alrededor y observa, sin tener que imaginar nada, a jóvenes desocupados que deambulaban en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, en busca de un puesto de trabajo; jóvenes con formación de futuro rutilante pero, ya, arrugado en la carpeta donde guardan el currículo; jóvenes hambrientos que, para caerse muertos, tendrán, quizás, sólo el suelo y, posiblemente, el que les ofrezca una acera alemana al salir del Döner Kebab donde trabajen; jóvenes que parece que estuvieran pidiendo a gritos ser protagonistas de una novela, de una gran novela.

Cuando, ese mismo día gris, una mira de reojo a los EEUU y ve cómo la xenofobia, el racismo y el machismo se acomodan en el despacho Oval, algo salta en el estómago a modo de alerta. No puedo evitar pensar que hay que parar la música. Aún estamos a tiempo, pero sólo una sociedad concienciada, solidaria y unida será capaz de parar esta melodía deshumanizada. No podemos permitir que una generación entera baile y baile, acaso para nada, un día detrás de otro, para después de bailar, cuando el maratón se acabe, seguir dando vueltas por la vida para encontrar no se sabe qué, porque no hay oportunidades para nada. Como Sísifo con su piedra. Tenemos una importante labor: proteger la democracia, la igualdad, los derechos humanos, proteger el medio ambiente, tenemos que proteger a los más débiles y solo así conseguiremos danzar cuando queramos, dónde queramos y con la música que queramos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios