Mensaje en la botella

Córdoba tiene que sumar

La ciudad tiene tres años para aprovechar la apuesta de la Fundación Thyssen-Bornemisza

Son muchas las veces que hemos escuchado o leído aquello de que Córdoba tiene que reinventarse en algunas facetas como, por ejemplo, el turismo. Es cierto también que todo eso cuesta aplicarlo luego porque hay elementos de nuestro patrimonio que tienen una dimensión mundial, por mucho que los propios cordobeses, en ocasiones, los minusvaloremos, como son la Mezquita-Catedral, nuestro Casco Histórico, los Patios o el yacimiento de Medina Azahara, por citar solo los que cuentan con el reconocimiento de la Unesco. Todos ellos han dado a la provincia una dimensión que tiene sus resultados en los miles y miles de visitantes que cada año se acercan a esta tierra.

Y en esa tarea de reinvención o de reajuste de lo que somos, ha llegado a Córdoba una iniciativa cuya proyección todavía no hemos acabado de asimilar. Me refiero a la apuesta que la Fundación Thyssen-Bornemisza (TBA21) ha hecho por la ciudad y que ya se puede palpar a través de la exposición Futuros Abundantes, que abrió sus puertas el pasado viernes en el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, conocido como C3A y que, sí, está en Córdoba.

Esta entidad, presidida e impulsada por Francesca Thyssen-Bornemisza, ha aterrizado en Andalucía de la mano de la Junta y del Ayuntamiento de Córdoba, con el fin de que el arte contemporáneo sea un atractivo más de una tierra con unos valores históricos indiscutibles, pero que puede captar a nuevos públicos de todo el mundo a través de una iniciativa cultural tan llamativa. El acuerdo entre las partes tiene una vigencia de tres años, que es el margen que tiene Córdoba para aprovechar esta oportunidad.

Como digo, el pasado viernes fue la puesta de largo de TBA21, una jornada de inauguración, de discursos y muy mediática. Pero, además, algunos tuvimos el privilegio de conocer algunos de los entresijos de la fundación, con un desembarco de artistas, técnicos, empresas y entidades colaboradoras que solo por su número ya revelan la envergadura del reto que se hace por el C3A -un edificio que costó millones e infrautilizado hasta ahora- y por Córdoba. Desde el traslado de las obras provenientes de una treintena de puntos de Europa hasta el análisis de cómo explicar el arte contemporáneo a los futuros visitantes. Todo se ha cuidado al detalle, sin olvidar que uno de los objetivos es que los propios cordobeses sientan como propio este proyecto cultural.

El camino no va a ser fácil, por lo que las instituciones y la propia ciudadanía han de hacer un esfuerzo para concienciarnos de lo que supone situar a Córdoba en el mapa mundial del arte contemporáneo. Eso no significa dejar a un lado nuestra extraordinaria riqueza patrimonial, ni olvidar a nuestros creadores -que son muchos y buenos- ni nuestras tradiciones. Siempre van a estar ahí. Revientarse también es apostar por algo nuevo. Necesitamos sumar.

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