José Aguilar

Cien días para saberse inviable

La esquina

La decisión del Supremo y la corrupción del caso Koldo, o Ábalos, refuerzan la idea de que esta legislatura es inviable

02 de marzo 2024 - 00:00

Se cumplen cien días de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. No tiene motivos para celebrarlo. Lleva una semana recibiendo malas noticias. Cada una peor que la otra. Se abre paso una idea perturbadora: la legislatura es inviable. Lo era en origen, se confirma en los primeros tiempos de su ejercicio.

Los cinco magistrados de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, al investigar por presunto terrorismo a Carles Puigdemont por la “pluralidad de indicios” que apuntan a su “liderazgo absoluto” en los disturbios del proceso independentista catalán, no sólo abofetean al Fiscal General del Estado nombrado por Sánchez, sino que ponen en peligro la clave de bóveda de esta investidura: la amnistía. Sin ella es inviable su continuidad en la Moncloa.

Por otra parte, un juez de la Audiencia Nacional, al destapar el caso Koldo –o caso Ábalos o caso quien sea–, ha golpeado la credibilidad y resquebrajado el liderazgo de Pedro Sánchez hasta extremos insospechados. Por tener como protagonista a quien fue su secretario de Organización, ministro de Fomento y fidelísimo compañero de viaje durante el desierto de la resurrección (ahora ni le obedece dejando el escaño y haciendo de cortafuego) y por estar referido a un escándalo de manual de corrupción y aprovechamiento criminal de los estragos y urgencias de la pandemia, perpetrado en el entorno y al amparo de quien llegó al poder mediante una moción de censura montada sobre la corrupción ajena.

El panorama es sombrío. La amnistía en peligro. Los jueces dispuestos a perseguir los delitos caiga quien caiga y a aplicar la ley sin condicionantes políticos. El Partido Popular inflexible, sin dar un respiro y mordiendo la presa sin desmayo. Oposición permanente y activa de la mayoría del Senado, las comunidades autónomas y los principales ayuntamientos. Socios y aliados propensos al chantaje y reacios a apoyar al Gobierno en sus dificultades (Podemos y Junts acaban de hacer posible la tercera reprobación de Grande-Marlaska, todo un récord). Cada proyecto de ley o programa de gobierno tiene que ser negociado con docena y media de partidos, varios de ellos rivales entre sí y enfrentados a muerte (¡y ahora también con Ábalos!). Eso incluye los Presupuestos, otro sueño imposible porque los amiguitos de izquierda no votarán lo mismo que los amigos de derechas. Y un PSOE desconcertado, íntimamente roto, tratado como un rebaño y subordinado a una sola persona.

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