El Gobierno andaluz se niega implantar una tasa turística, con la filosofía de dejar hacer al mercado y no dar disgustos al turista ni al empresariado. Mientras, la misma Consejería se dispone a cobrar al personal nativo por entrar en museos y monumentos. El malestar ciudadano crece. Un mes después de que decenas de miles de canarios se echaran a la calle en las ocho islas para protestar por la saturación turística, ayer se repitió la desaprobación en Mallorca. En Canarias se pedía un cambio de modelo, normas severas y limitación de viviendas de uso turístico, protección de espacios naturales, moratoria de hoteles y una ecotasa para la conservación del territorio. En Mallorca los mensajes han sido parecidos, con una excepción, porque en Baleares ya existe la tasa desde 2016. (Y en Cataluña desde 2012). El lema balear provoca ternura, Mallorca no se vende. Pero sí, se vende y se alquila. La isla está parasitada sobre todo por alemanes e ingleses.

En Andalucía el gobierno regional desoye un estado de ánimo similar contra la masificación turística. Lo hace con una idea que parece sacada del ideario de Rodrigo Rato: es el mercado, amigos. Y desoye a alcaldes de grandes ciudades, todos los PP, encabezados por los de Málaga, Sevilla y Granada, que reclaman la ecotasa. Moreno y su consejero de Turismo aplican la doctrina Rato con el argumento de que los ayuntamientos se tienen que poner de acuerdo con el sector. Pero los productos que ofrece el sector se benefician de recursos públicos, patrimoniales, ambientales, paisajísticos o servicios urbanos, que financian los impuestos de todos. Los turistas generan problemas de alza de los precios, sobre todo en vivienda; ruido, contaminación, suciedad, masificación, deterioro del medio ambiente o del mobiliario urbano que salen caros a ciudadanos y ayuntamientos, con los que gana dinero el sector.

Moreno y Bernal están en sus puestos no sólo para las relaciones públicas, sino para tomar decisiones que beneficien al interés general. Hay en marcha una nueva Ley del Turismo que sustituya a la de 2011. Pero la Junta ignora que tasa turística existe en la mayor parte de la UE y se aplica en las ciudades más emblemáticas: Berlín, Salzburgo, Viena, Brujas, Bruselas, Dubrovnik, Avignon, París, Atenas, Amsterdam, Florencia, Venecia, Nápoles, Roma, Lisboa, Oporto... Pero aquí no la quiere el sector y el gobierno regional no tiene personalidad para implantarla. Como Mallorca, Andalucía se vende al mejor postor y los precios se disparan. Málaga es la capital con mayor porcentaje de apartamentos turísticos sobre el total de viviendas de la ciudad. Hace una década en Barcelona se congelaron los nuevos permisos, pero en Andalucía la Junta sólo ha autorizado a los ayuntamientos a hacerlo en febrero y ya hay 116.000. Vamos tarde y con una sola doctrina, el mercado.

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