Vivos. Como ser de un sitio, vivir en otro, ser diputada de referencia en Madrid, no tener vínculo alguno aquí, empadronarse en Granada, y aspirar a presidir la Junta. Por fortuna, creo que esto último, lejos, lejos. Yo no me asombro de estas cosas de los cuneros. Es propio de un sistema que, digamos la verdad, tiene lagunas. Tampoco soy de los que dicen que hay que ser de un sitio para gobernarlo o representarlo. No. Es todo relativo. Pero, vaya, si nos vamos dando golpes de pecho con lo de aquí, con que los de fuera invaden, que si el mestizaje es negativo y demás chorradas para llenar el vaso de una propuesta cateta y victimista, pues viene a resultar un poquito contradictorio que una alicantina, que reparte carnets de propios señalando a una legión como ajenos, venga a decirnos qué.

No se me escapa que la diputada en cuestión, ahora candidata a presidencia de la Junta, ya viene de ser miembro del Congreso por Granada desde 2019. No ha pasado tanto tiempo, aunque parezca una eternidad. La permisividad con el paracaidismo político es muy grande y tiene todo que ver con la política de partidos, donde votamos listas cerradas y bloqueadas que se perfilan en mesas camillas de gerifaltes o mediopensionistas con pretensiones. Esta práctica de empadronarse para estar donde convenga hace que se pase por alto con más frecuencia y menos cuidado del que deberíamos.

En lo que importa, da igual quién pueda verse disgustado por este tipo de maniobras. A ver, Vox quiere ser necesario y, para ello, cree sumar más si pone una cara conocida que además pueda ser reconocida como referencia. Como aquel juez que tenían ya ha vuelto a dar conferencias trasnochadas por ahí desde hace tiempo, sobre el vil feminismo y no sé qué más, y esta señora, Macarena Olona, tiene un nombre propio, que la dirección nacional (es decir, Abascal) ve apropiado, pues va con ella. Olona es una portavoz eficaz para el mensaje de esta gente en el Congreso. Da bien, no habla mal y golpea con tino. Funcionaría en Andalucía, como posiblemente lo haría igual en Valencia, Extremadura o Castilla La Mancha. Da un poco igual. El mensaje de Vox implica que no importa quién lo diga si lo sabe decir. Y no es complicado. Salvan a su sheriff, por ahora, y basta. Importa el escenario y el relato. Y lo fabrican hasta cuando no exista.

Personalmente, nada objeto a Olona, porque, en verdad, no cuenta. La trampa de parecer, pero no ser, no le es solo imputable a ella. Su concurrencia es una anécdota trilera propia de nuestras miserias democráticas. En cambio, Vox es objetable. Como el líder, o la líder, cunero o cunera o propio o propia, importa bien poco, no conviene perder el tiempo. Eso es ocultar con barniz en una puerta lo poco que ofrecen y lo mucho que se arriesga con ellos. Porque si se escucha lo que dicen, por mucho tonto que identifiquen, solo hay vacío o susto. Y ninguno sirve para avanzar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios