Paranoia, histeria, positivismo, esperanza, miedo, preocupación y templanza. Todo a la vez y varias veces al día. Así nos sentimos. Por momentos, el ánimo fluctúa y las emociones se van sucediendo unas a otras, de extremo a extremo, y en la excepcionalidad están tomando una intensidad extra. Nuestras sensibilidades se balancean desde la angustia a la ilusión por que pase. Junto a ello, una serie de mensajes para valorar lo que tenemos cuando lo tenemos, para disfrutar de lo que hacemos, cuando podemos hacerlo. Saborear lo cotidiano, lo sencillo, lo de siempre; lo de antes.

Hoy es el Día Mundial del Agua, de ese recurso natural de moléculas de hidrógeno y oxígeno, ese oro líquido que hoy casi comparte categoría, en el primer mundo, con el jabón hidroalcohólico. Oímos mucho lo limitado del recurso y desde la inconsciencia y la incredulidad, jamás le hacemos caso a esas alertas. Como muchas otras cosas, estamos convencidos de que nos pillan lejos. Sin embargo, estos días hemos podido constatar que los recursos se agotan y lo que se siente ante la posibilidad de que elementos que considerábamos esenciales y de primera necesidad, escaseen; ahora que la limpieza, que la higiene, que lavarse las manos se ha convertido en una cuestión prioritaria, podríamos mantener activas las dosis de solidaridad que nos está regalando el horror, e imponernos un uso responsable. Sabiendo que más de un tercio de la población mundial vive sin agua potable, que eso son más de 2.000 millones de personas, podríamos mostrar permeabilidad también a las cifras que traspasan nuestro primer mundo. El agua no llega a todos, pero parece que el demoledor coronavirus, sí. Piensen en esa ecuación. Es fácil y terrible. Analicen lo que estamos viviendo, ahora imaginen vivirlo sin agua. Catastrófica combinación.

Nunca he pensado que se necesite azote ni revés alguno para valorar lo bueno que se tiene. Me niego a aceptar esa idea ni afirmación alguna que esté cerca de eso. Somos muchos los que sabemos saborear lo bueno, lo sencillo y lo agradable y nos ponemos la banda de afortunados y disfrutones sin necesidad de vivir ningún drama de cerca, pero cuando salgamos de esta podríamos quedarnos con algunas sensaciones, con las enseñanzas de las emociones. Y entre otras cosas, le demos una pensada a lo de los recursos, lo público, la unidad o la empatía. Mucho que analizar por ahí. Y, cómo no, nos enfundemos la ilusión y toda la conciencia para salir a la calle, a los parques, y a esos bares que nos esperan y celebrar entre abrazos, todo. Hasta el agua.

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