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Córdoba CF-Real Zaragoza | La Crónica
Se necesitan voluntarios para entrar con zotal en El Arcángel. Por dónde empezar es lo de menos, ya que el olor a podrido invade desde las oficinas hasta los vestuarios y, cada quince días, se prolonga sobre la maltratada pradera de un estadio que en solo unas semanas será de los mejores de Segunda B. Para entonces, sería conveniente tener preparado un profundo plan de limpieza que extermine las plagas que han hecho del Córdoba la mayor vergüenza del fútbol profesional español. Porque si la gestión saca los colores hasta a quien tiene mucha culpa de ella, cuando la pelota entra en juego el sonrojo ya no encuentra freno.
Después de una retahíla de manifestaciones de cara a la galería apelando al orgullo, el honor y ¡el profesionalismo! se hace difícil digerir otra actuación como la firmada ante el Zaragoza. Un nuevo esperpento en forma de goleada que solo la voluntad de Andrés Martín intentó frenar, pero se topó de bruces con una compañía que no merece en absoluto. Hay futbolistas que se están ganando a pulso pasar al ostracismo, porque si su cometido es manchar un escudo y una camiseta con más de 60 años de historia... Por ahí no, ese no es el camino, profesionales.
Como ha pasado en mil y una luchas de una temporada para el olvido, el equipo solo supo competir mientras el marcador lo mantuvo en el partido. En cuanto se torció, por errores que pueden llegar a afear una carrera deportiva, quedó todo visto para sentencia. Y como ocurriera hace quince días ante el Lugo, el rival fue a hacer sangre, a abrir una herida que de aquí al verano veremos a ver cómo puede cerrarse. Porque debe sellarse, aunque las decisiones a tomar sean dolorosas y hasta impopulares. Pero calcar más actuaciones infames, que rozan el ridículo, no es lo que merece nadie que sienta, aunque sea un poquito, al Córdoba.
Curiosamente, el único que ahora mismo puede salir con la cabeza alta, satisfecho de lo que realiza cada vez que se calza las botas, es un chaval que en agosto estaba listo para vivir su primera campaña completa como jugador de Tercera División. A partir de agosto, el futuro de Andrés se escribirá en letras de oro, de Primera. Porque ha hecho méritos de sobra para ello. Ante el Zaragoza, chocó dos veces con el poste, obligó a Cristian Álvarez como ningún otro miembro del plantel cordobesista y llevó al límite a centrales de jerarquía como Alberto Guitián.
Pero todo su esfuerzo, todas sus carreras, quedaron en nada, pues la mayor parte de sus compañeros decidió que mejor que ganara un rival que aún está en la pelea por la permanencia, esa de la que el CCF se descabalgó hace semanas, diga lo que diga la calculadora de algún iluso. El primer gol fue de esos que aparecerán en los vídeos de gazapos de la temporada, aunque si LaLiga quiere hacer negocio podría hacer uno exclusivo de un equipo de chiste, de chiste malo. Y hasta dar cobijo al tercero, con un despeje convertido en asistencia para lujo y disfrute de Marc Gual, que firmó su segundo triplete como profesional, sin duda el más sencillo.
Entre ambos, otro, también con un agujero tremendo en una zaga convertida en un queso gruyere a la que le han metido mano 70 ocasiones desde el pasado agosto. Pero tranquilos, que hay para todos, y eso lo saben los cinco rivales que todavía tienen que medirse a esta escuadra blanquiverde que, salvo sorpresa, el próximo fin de semana sumará su sexta victoria... porque el Reus está excluido, que si no habría que verlo...
Ese descanso obligado, tal vez ni siquiera merecido, debería servir a Rafa Navarro, que bastante tiene con digerir como cordobesista todo el marrón que le pusieron por delante sin que vaya a presentarle un futuro mejor, para pensar sobre qué haría cualquiera como él que siente estos colores. Quizás eso le lleve a tomar decisiones más allá de un simple cambio de cromos en la alineación, con Bodiger dentro en lugar del lesionado Jaime. Porque tal vez ha llegado el momento de que, siendo mejores o peores, al menos los que jueguen sientan dolor por lo que hacen, sean jugadores de los nuestros, no de esos que cuando acaban están deseando de darse una ducha para prolongar el paseo del verde a la calle, que mayo ya está a la vuelta de la esquina y ahí Córdoba está preciosa.
Con todo, sería justo decir que el partido no pareció caminar hacia ese triste desenlace en su primer periodo, aunque ya el preámbulo, con el himno enterrado sin saber bien por qué y los pitos cortando el silencio de El Arcángel, no invitaba a nada bueno. Pero luego cuando el balón echó a rodar, sin la mínima intensidad que requiere una batalla entre los equipos profesionales –tampoco por parte maña, y eso que ellos sí tienen todavía mucho que decir en esta Liga 1|2|3–, el CCF supo mantenerse, aunque fuera agarrado a la espalda de Andrés. El joven atacante puso firma al primer aviso, con un testarazo al larguero, para dejar claro que por su parte iba a haber pelea.
Con el partido amenazando con quebrarse por momentos, pese al intento del Zaragoza de controlar la situación desde la posesión, pero con una acumulación de errores que frenaban el juego, Marc Gual ya apareció por las inmediaciones de Lavín, atento también a un envío lateral de Nieto. Los minutos se consumían camino del intermedio cuando Andrés volvió a aparecer para sacarse de la chistera un centro-chut que repelió la cruceta, un disparo que obligó a intervenir de puños a Cristian Álvarez y una carrera en la que Pep Biel se jugó la roja. ¿Jugaban el resto? Bueno, lo intentaban al menos. Y así, Carbonell tuvo dos llegadas claras, una sin armar disparo tras el pase atrás de Fernández, y otra con un zurdazo solo ante la puerta maña que dirigió al limbo con todo a favor.
Ese aparente equilibrio no impidió que los pitos volvieran a ser la banda sonora del grupo al entrar y al salir de los vestuarios, donde alguno pareció quedarse. Porque la reanudación fue caótica. Gual avisó con un testarazo cruzado sin la menor oposición y, en su siguiente aparición, hizo el 0-1 tras un fallo grosero de Luis Muñoz. El partido ya estaba decidido, si se tiene en cuenta la incapacidad permanente del CCF para remontar. Aún así, lo intentó, si bien eso ni lo dejó del todo bien: Alfaro no conectó un remate franco, Bodiger y Chus no atinaron con cabecear un córner y Andrés, primero no atinó con la portería y luego se topó con una mano cambiada de Cristian, acertado también para sacar un envío de Menéndez que se envenenó.
Ahí prácticamente se le terminó la gasolina al Córdoba, que ya con algún movimiento para ir a por el partido, fue ajusticiado por Gual, primero con una transición a tres toques que dejó sentado a Muñoz y luego con el regalo de Carbonell. Los intentos finales de Chus –Cristian mandó al palo–, De las Cuevas y también del visitante Papu quedaron en anécdota dentro de una nueva debacle en El Arcángel de un Córdoba que debe nadar entre el hedor más insoportable.
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