"Me han devuelto la vida"
Raimundo Mínguez ha llevado implantado durante 14 años un desfibrilador automático que lo ha salvado de la muerte en varias ocasiones
En junio recibió un trasplante de corazón
Con 17 años el corazón de Raimundo Mínguez se paró. Gracias a la atención recibida por el 061 y en el Reina Sofía, pudo salir adelante, aunque después de esto y a lo largo de 14 años su vida ha estado pendiente del desfibrilador automático implantable (DAI) que le injertaron. Catorce años de miedos ante otra posible parada, de desmayos, de perder capacidades físicas de forma paulatina y de ingresos periódicos en el hospital. Hasta que el pasado junio, cuando apenas llevaba un mes en lista de espera, le trasplantaron un corazón.
Pero esta historia no empieza aquí ya que su enfermedad tiene origen genético. Un año antes, en 2003, su hermano Valeriano, de 23 años, jugaba al fútbol cuando sufrió una muerte súbita. Se desmayó, cayó al suelo y rápidamente sus amigos llamaron al 061 porque le daban golpes en la cara y no respondía. Los sanitarios lograron salvarlo y lo trasladaron desde Fuente Palmera, donde estaba en ese momento, hasta el Reina Sofía.
En principio lo atendió el doctor Castillo y luego pasó a Amador López Granados, que estudió su caso y diagnosticó una cardiopatía hipertrófica severa. Le pusieron un DAI y analizaron a toda la familia: a sus padres, a su hermana y a su hermano Raimundo, al que también detectaron una cardiopatía, aunque algo más leve que la de Valeriano.
Un año después de esto, en 2004, los dos hermanos se encontraban juntos cuando, de pronto, Raimundo se cayó. Lo trasladaron hasta el Reina Sofía, donde López Granados le dijo que había que ponerle un DAI a él también. El impacto fue tan grande que incluso le afectó psicológicamente, explica este joven de Fuente Carreteros.
En 2006 le cambiaron el primer DAI porque se acabó la batería y a partir de ese momento “ya solo fui a peor”. Incluso se le encharcó un pulmón y estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) tres días. Lo estabilizazon, le dijeron que tomara potasio y lo mandaron a casa, pero a las dos semanas tuvo que regresar al hospital. Su salud empeoraba de forma progresiva y las visitas al Reina Sofía eran cada vez más frecuentes.
En 2010, sufrió una trombosis en una pierna que le trató el doctor Chacón, que barajó la posibilidad, junto a López Granados, de hacerle un tratamiento con células madre. Finalmente esa idea no salió adelante.
Poco tiempo después, le bajaron los niveles de potasio y volvió a ingresar. Entonces, López Granados creyó que era conveniente quitarle el DAI que llevaba y cambiarlo por otro más moderno “que también detectaba el encharcamiento”. A partir de este tercer cambio, en diciembre de 2017, “no podía caminar ni 100 metros y últimamente ni 50”, apunta Raimundo. Incluso el DAI le saltó dos veces de madrugada, mientras dormía.
Tras varios ingresos, un día Raimundo estaba hablando con un amigo en la calle “cuando noté que me estaba entrando un mareo, me senté y me quedé frito”. Una vez más, le volvió a saltar el DAI. La calidad de vida de este joven había empeorado mucho, por lo que López Granados le propuso entrar en la lista de espera para un trasplante de corazón.
En junio llegó el órgano que le cambió la vida. “Estoy muy contento de la vida que me han dado porque yo estaba que ya no podía hacer nada”, reconoce. La recuperación va “muy bien”y tiene controles mensuales durante un año. La enfermedad de su hermano Valeriano ha tenido una evolución similar a la suya y ahora está en lista de espera para un corazón. “Espero que también le salga bien”, indica.
Después del calvario vivido durante 14 años y haber recuperado su vida gracias al trasplante, este joven anima a la donación “porque los órganos no sirven en el cielo, pero sí en la tierra”.
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