El 'pique' entre el Gran Capitán y Fernando 'El Católico' que dio lugar a una conocida expresión cuyo origen quizás desconocías

Al parecer el episodio tuvo lugar cuando el monarca le solicitó las cuentas con los gastos que había llevado a cabo durante la Campaña de Nápoles

El Palacio de los Reyes Magos no sólo está en Oriente, sino también en este pequeño pueblo de Córdoba

RetrExposición permanente El Gran Capitán de Montilla
RetrExposición permanente El Gran Capitán de Montilla / Ayuntamiento de Montilla

Quizás la expresión "las cuentas del Gran Capitán" te resulte familiar. Actualmente se emplea para hacer referencia a una exagerada una lista de gastos; ridiculizar un inventario poco profesional o bien para eludir una explicación a la que no se tiene derecho.

Pero, ¿sabes cuál es su verdadero origen? Al parecer se basa en una anécdota atribuida a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, durante la que respondió airada pero ingeniosamente al Fernando 'El Católico' cuando el monarca le solicitó las cuentas con los gastos que había llevado a cabo durante la Campaña de Nápoles, que tuvo lugar a finales de 1506.

El militar de origen montillano resolvió ridiculizar al rey haciéndole una enumeración de gastos increíblemente altos asociados a conceptos que no los valían. De hecho, la respuesta más popular que se le atribuye reza: "Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo". Se deduce que Fernández de Córdoba quería referir que el heroísmo y valentía de sus tropas bien valían la inversión, que se tradujo en la derrota y expulsión francesa y la puerta de entrada a Italia desde Nápoles, donde ejerció durante cuatro años como Virrey (1504-1507).

La gran valedora del Gran Capitán

Hasta nuestros días han llegado algunas otras ingeniosas frases que, en teoría, formaron parte de la justificación del Gran Capitán ante un soberano que ponía en tela de juicio la idoneidad de los costes de una empresa como la acometida por su leal vasallo en tierras italianas: "Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo".

Y es que desde la muerte de Isabel 'La Católica' (1504), fiel valedora del montillano, las relaciones con su viudo no fueron precisamente ideales. El monarca aragonés siguió muy de cerca los pasos de Gonzalo Fernández de Córdoba temiendo que pudiera autoproclamarse rey de Nápoles. Un final abrupto en su relación con la Corona, que venía de lejos.

Naturales de Montilla, Gonzalo y su hermano mayor, Alfonso Fernández de Córdoba se criaron en la capital cordobesa al cuidado de Pedro de Cárcamo. Y cuando aún era un niño se incorporó como paje al servicio del príncipe Alfonso de Castilla, hermano de quien pasaría a la historia como Isabel I de Castilla. Fue, precisamente a la muerte de éste, cuando ingresó en el séquito de la princesa Isabel.

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