Cambio de sentido
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Mensaje en la botella
Los especialistas en inmunología, salud pública y epidemiología han estimado que la inmunidad de grupo, comunitaria o de rebaño se alcanzará cuando haya como mínimo un 70% de la población con la pauta completa de la vacuna administrada. Aún queda un trecho hasta llegar a esa cota, si bien desde la Consejería de Salud ya han fijado un fecha concreta: el 8 de agosto. Hasta entonces -e incluso después- tendremos que seguir cumpliendo una serie de normas incómodas y que generan ya mucho hartazgo.
Sin embargo, lo que estamos viendo en las calles de todo el país desde hace ya una semana -Córdoba incluida- nada tiene que ver con lo que aconsejan los especialistas, que dicho sea de paso nos han reprendido a todos en los últimos días por los comportamientos que se están detectando, que no son precisamente ejemplares. Durante esta larga tragedia que es el coronavirus han ido apareciendo nuevos conceptos como el de la fatiga pandémica, que aunque tiene una explicación psicológica rigurosa, parece que se está utilizando precisamente para justificar determinadas acciones que causan sonrojo y vergüenza.
Bien es cierto que esta anárquica desescalada que se está produciendo no es solo responsabilidad de los ciudadanos, sino que los gobiernos también están contribuyendo con decisiones que no se explican. Pasar de la nada al todo no es el camino más acertado y lo que transmite el Gobierno es que tira la toalla de la protección -bien sea con el estado de alarma o alguna medida legislativa- para lanzar mensajes triunfalistas, como si aquí no pasara nada, mientras que las comunidades autónomas pierden más tiempo en el lamento y la queja que en acciones que ayuden a controlar la crisis sanitaria. Demasiada propaganda de unos y otros, cuando aquí lo que interesa es que el plan de vacunación funcione y que la inmunización de grupo llegue lo antes posible.
Pero hasta entonces, y visto lo visto, la ciudadanía tendrá que tirar de civismo para evitar nuevos brotes que, aunque más controlados, pueden seguir haciendo mucho daño a la población sin vacunar. Sin olvidar tampoco que esas imágenes bochornosas de hace una semana se han retransmitido a medio mundo y no son precisamente el mejor escaparate de un país que tiene en el turismo unos de sus puntales económicos.
La dejadez manifiesta de las administraciones no nos pueden llevar a tirar por tierra todo el sacrificio que hemos realizado. Si los cálculos no fallan, para la primera semana de agosto se habrán administrado en Andalucía diez millones de vacunas y alcanzaremos ese porcentaje que nos ofrezca una mínima seguridad de que la pandemia está llegando a su final. Mientras tanto, la mejor defensa ante el virus es tener paciencia, que además de madre de la ciencia, dicen que también es la fortaleza del débil y debilidad del fuerte. Es lo que necesitamos.
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