Nosotros que no corrimos delante de los grises, que no pasamos hambre, que no sabemos lo que es una guerra ni su posguerra. Nosotros, que no luchamos contra dictadores, que no perdimos nada por la libertad, que no contribuimos a la transición ni votamos referéndums, nosotros, la generación irrelevante, compartimos ahora con muchas otras, acontecimiento histórico indeseable; la pandemia.

La generación que no ha destacado por nada, que no ha valorado las cosas porque ha tenido de todo, aquí está también ante, frente y contra esto. Generación de Erasmus y máster, de idiomas y oportunidades, de viajes, de Europa y de tecnología. Criticada por consentida y malcriada, sin dificultades aparentes. Definitivamente no pasaremos a la historia por nada, ni siquiera nos hemos hecho a nosotros mismos, por no ser, no somos ni ninis. Somos la generación intrascendente.

Puede que no lo tuviéramos tan fácil como se decía, cuando nos tocó arreglárnoslas por nosotros mismos, el mercado laboral se vengó -con los siguientes aún más, es cierto-. Somos los últimos que celebramos el contrato indefinido porque aún suponía la jubilación en la misma empresa, somos los que la crisis del 2008 nos pilló poniendo un pie en la edad adulta. Somos los que nos dejamos más de un tercio del sueldo en la hipoteca, los que no hemos llegado a la segunda vivienda, somos los que difícilmente podremos ofrecer a nuestros hijos lo que nuestros padres nos ofrecieron.

Y de repente, esto. De la invulnerabilidad a la incertidumbre. Repasamos las batallitas de nuestros abuelos, esos que estuvieron en el frente, que pasaron hambre, que sobrevivieron y levantaron un país. Recordamos las anécdotas de nuestros padres, que se la jugaron, que nos regalaron libertad y democracia. Tampoco somos ellos, que cotizaron más que nadie, que ahorraron, que antes de los treinta tenían piso pagado y para que nosotros podamos pagar el nuestro, crían a nuestros hijos y muchos, aún a sus mayores. Pienso en unos y otros con admiración, en sus relatos, y en nosotros, los insustanciales. Me planteo si también ellos se harían estas preguntas de hoy; cuánto duraría, cómo iban a salir de aquella, qué habría después de la lucha, cómo incorporarse y reinventarse tras la contienda. Escalofríos al pensar que están lejos, que son los que se están yendo, y que lo están haciendo solos. No se lo merecen y nosotros no podemos permitírnoslo, los necesitamos; necesitamos su historia y su enseñanza, necesitamos aprender más que nunca de ellos, que nos insuflen sustancia, que nos cuenten cómo salir y sobreponerse, si alguien nos puede enseñar, son ellos. No los olvidemos, siguen siendo imprescindibles.

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