Hacer equipo

No sabemos si entre el aparato, las cuotas y las cuitas ha sitio para la valía

Un amigo me decía el otro día que, para formar equipo, para crear un grupo de trabajo, un grupo humano que tenga por delante afrontar cualquier tarea común, es esencial la empatía personal, que tiene que haber una mínima dosis de eso. Que sin entendimiento es muy difícil empezar a funcionar, establecer un objetivo y, sobre todo, ser capaces de andar juntos. Tiene que haber un concepto común, un entendimiento, una afinidad a la hora de marcar las pautas y un mismo espíritu que debe activarse desde el momento de hacer los fichajes iniciales y establecer la hoja de ruta del nuevo grupo. Continuaba trayendo algo de modestia al discurso y aclaraba no ser un talentoso coach de la empresa pero, desde la sensatez, apuntaba esas notas básicas para arrancar un buen proyecto.

En la agradable conversación y, habida cuenta de las fechas en las que ya mismo nos hallamos, no pudimos sortear el asunto de las autonómicas y ahí nos topamos con las listas socialistas, las populares, las confluencias, las votaciones de las agrupaciones de la provincia, la visita de Casado y trasladamos nuestro asunto a eso. A la imposición de nombres en los primeros puestos, a la caída del cartel de algunos castigados y, pese a que no fuimos capaces de ver nuestro razonamiento en esas lides, nos entretuvimos en imaginarlos a esos, los políticos, sopesando perfiles y trazando pautas desde las afinidades.

No sabemos el valor que tienen las simpatías a la hora de configurar esos otros equipos de trabajo, si entre el aparato, las cuotas y las cuitas, hay hueco para valías, hay espacio para el consenso y el debate en la configuración de los grupos. Si allí también se destierran opiniones por quien se erige en líder, si al imbuirse de cargo, sale el déspota acomplejado imponiendo la imposibilidad de decidir a quienes les ofrecen ser partícipes, desde abajo, de esos proyectos. Y ahí, como en la vida, cada uno de los supuestos miembros del equipo habrá de ver si compensa estar, si ese es el proyecto, sopesando el peso de las siglas y el de las afinidades. Cada uno le otorga el valor que considera al buen rollo, al estar a gusto, al fluir cómodo en el día a día, o al ser práctico, realista y ambicioso. A partir de ahí no queda otra que remangarse y ponerse a remar en la dirección marcada. En cualquier caso, en el poco espacio que nos conceden para decidir, puede que tengamos una opción. Contigo, no. Más claro, en latín.

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