Discurso público, discurso privado

La doble moral de una cierta élite de la izquierda brilla una vez más a gran altura

Es Es difícil conseguirlo. Encontrar a alguien capaz de superar la prueba de que sus conversaciones privadas, actuales y pasadas, sean expuestas en público y sin que por alguna de ellas pueda sentir sonrojo, vergüenza intensa o franco arrepentimiento es una misión casi imposible. Creo que nadie, desde luego yo no, soportaría esa exposición sin parecer unas veces bobo, algunas idiota, otras un chismoso o incluso un machista, homófobo e intolerante. Que tire la primera piedra quien en privado no haya criticado, conspirado, exagerado o celebrado comentarios irreproducibles.

No tengo la menor simpatía por este gobierno que, rehén de cuanto representa para mí lo peor y más sectario, alcanzó el poder de modo tan legal como poco legítimo, a lomos de una inexplicable valoración personal de un juez sobre el anterior presidente del gobierno, colada de modo extemporáneo en una sentencia, y de los votos de los enemigos del marco de convivencia que la mayoría entendemos debe ser conservado. Pero la nefasta opinión sobre Sánchez y su montaje gubernamental, cada vez más generalizada, no impide que me parezca un error basar la crítica política en escuchas -¿ilegales?- practicadas hace muchos años con evidente finalidad de chantaje. Me parece razonable por tanto que no dimita una ministra por este motivo, por muy impresentables que sean los comentarios -que lo son- y que el chantaje, que puede fácilmente extenderse en otras direcciones en cualquier momento, no triunfe en ningún caso.

Dicho esto, tan repugnante era el intento de chantaje como cínico el silencio del entorno ideológico de este gobierno. La doble moral de una cierta élite dirigente de la izquierda ha brillado una vez más a gran altura. Del mismo modo que si un dirigente del PP hubiese tenido la infeliz idea de contratar a un asistente personal en negro y sin dar de alta en la Seguridad Social es seguro que habría acabado en las listas del Inem y despellejado en horario de máxima audiencia, si otro de ese mismo partido hubiese primero llamado maricón a un compañero y después celebrado la idea de montar un puticlub para obtener imágenes comprometedoras de alguien, además de en el paro probablemente habría acabado acusado por alguna asociación filoizquierdista de algún delito de odio o similar. Me gusta la parte trasera de la doble moral de la izquierda: en su arraigada superioridad moral sobre los que no piensan como ellos, su subconsciente les lleva a esperar más de "la derecha" de lo que espera de los suyos.

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