El patrimonio industrial de Córdoba: ese bien desconocido de la ciudad
Protección
La Asociación en Defensa del Patrimonio Industrial de Córdoba lucha por que se vele "por este legado que ha hecho de Córdoba uno de los lugares más importantes de Occidente", legado que reivindica
El colectivo demanda, entre otras acciones un plan especial urbanístico al barrio de Electromecánicas, "por ser un reconocido enclave industrial de la ciudad"
Los 100 años de Electromecánicas
Córdoba/La Asociación en Defensa del Patrimonio Industrial de Córdoba llevó al último Pleno del Ayuntamiento -por mediación del grupo muncipal socialista- una moción, que fue rechazada con los votos en contra del equipo de gobierno del PP, en la que se solicitaban que se llevaran a cabo acciones para la catalogación, gestión y puesta en valor de los elementos del patrimonio industrial de la ciudad. En dicha sesión plenaria intervino el presidente de de dicho colectivo, Bartolomé Olivares, quien destacó que "el Ayuntamiento debería velar por este legado que ha hecho de Córdoba uno de los lugares más importantes de Occidente. Es por esto que debemos hacer lo posible para que no desaparezca y que lo dejemos a las generaciones futuras cuanto menos en las mismas condiciones en las que lo heredamos. Este es uno de los principales objetivos de nuestro colectivo y no dejaremos de luchar por él...Como siempre decimos, no se puede amar lo que no se conoce".
"Nos sentimos defraudados por que desde el Ayuntamiento no se apueste por proteger este tipo de patrimonio", lamenta Olivares. En la moción se pedía, entre otros asuntos, la aplicación de un plan especial urbanístico al barrio de Electromecánicas, "por ser un reconocido enclave industrial de la ciudad", la puesta en valor turístico y senderista de la zona minera de Cerro Muriano, incluyendo la antigua factoría de la Córdoba Copper Company LTD o "cumplir con la gestión y el mantenimiento de los elementos pertenecientes al patrimonio industrial que son propiedad del Ayuntamiento, "como es la Locomotora Santa Rita, situada en la antigua estación de ferrocarril y que sufre un deterioro visible".
En la moción se detallaba que en 2010, el Instituto del Patrimonio Histórico Andaluz (IAPH) registró como Bien Industrial de Córdoba el Molino Carbonell o fábrica de harinas Santa Cándida (que data de 1834), la fábrica de cementos Asland (1929), la cooperativa lechera Colecor (1956), la fábrica de cervezas El Águila (1962) y diversos elementos del ferrocarril, como vía de desarrollo indurtrial de la provincia de Córdoba. Posteriormente, en 2012 la zona minera de Cerro Muriano fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Lugar de Interés Industrial y en 2015 el Silo de Córdoba fue declarado también BIC con la categoría de monumento. No obstante, estos son solo un ejemplo, el patrimonio industrial de Córdoba capital es amplísimo.
Molino Carbonell
En 1866, Antonio Carbonell y Llacer fundó una empresa familiar bajo su primer apellido, con dedicación al sector agroalimentario, en la que llegaron a coincidir como socios hasta tres generaciones. Su primogénito, Carlos Carbonell y Morand, sería el verdadero impulsor de la empresa, con quien llegó a ser una de las industrias agroalimentarias más importantes del país. Prueba de su capacidad emprendedora y organizativa fue la fábrica de harinas Santa Cándida, denominada así en honor a su madre: Cándida Morand Bordehore. A esta fábrica se le conoce en la ciudad como Molino Carbonell. La fábrica se dedicó a la producción harinera hasta 1977.
Tal y como detallan los investigadores Maria Yolanda López Gálvez y Alberto Moreno Vega en una de sus publicaciones, el popularmente conocido como Molino de Carbonell es una construcción de finales del siglo XIX, típica de la era industrial. "La finca donde está ubicada la edificación se sitúa en el extrarradio cordobés, concretamente en la margen derecha del río Guadalquivir a su paso por la ciudad califal", muy cerca de la ciudad deportiva del Córdoba CF. Los investigadores detallan que en los años 1880 comienzan para la Casa Carbonell de Córdoba los procesos de fabricación dentro del subsector harinero, "lo que realizan con una verdadera mentalidad industrial, comprando un antiguo molino denominado San José con la intención de transformarlo en una gran fábrica de harinas".
Destacan que la compra de este bien inmueble tuvo un significado especial para la historia económica de la Casa Carbonell, "ya que marca el hito a partir del cual comienza la etapa industrializadora de la empresa". El edificio que ha llegado hasta nuestros días es una nave de cuatro plantas, con 30 metros de longitud y ocho de anchura, cuyo piso bajo, el correspondiente al antiguo molino de San José, está cubierto actualmente por el terreno, detallan. La edificación se encuentra formada por dos volúmenes bien diferenciados, uno con cubierta de teja a doble vertiente y otro adosado, de menor envergadura, en forma de torreón. Por otro lado, el río ha ido cambiando su cauce, ocasionando que la vieja fábrica se muestre hoy en día retirada de la corriente.
El Silo de Córdoba
Los investigadores Maria Yolanda López Gálvez y Alberto Moreno Vega explican en una de sus publicaciones que los numerosos silos de cereal construidos por el antiguo Servicio Nacional del Trigo (SNT) formaron un gran conjunto arquitectónico en la España de Franco, "los cuales sirvieron de instrumento para regularizar el mercado del trigo, alimento de primera necesidad durante la posguerra". López y Moreno detallan que, en junio de 1951, Francisco Franco pulsó el botón que pone en marcha la maquinaria del primer silo creado por el SNT: un edificio de 12 plantas preparado para guardar 15.000 toneladas de cereal. El proyecto original de este silo está fechado en 1942, finalizándose su construcción en 1950.
"Como tipología arquitectónica presenta una característica más que evidente a simple vista: un edificio colosal de aspecto catedralicio, construido en hormigón armado, que destaca en el paisaje urbano de la ciudad califal. El edificio buscó reproducir en sus fachadas el esplendor de las grandes civilizaciones antiguas. Así, sus alzados, especialmente los laterales, emulan a un templo clásico en el que una planta baja se muestra como basa, un señalado ladrillo visto en forma de pilastra recuerda a un peristilo y su última planta de huecos en arco referencia a un entablamento formado por arquitrabe, friso -con triglifos y metopas- y cornisa. Además, por todo el edificio se observa a simple vista un cromatismo apoyado en superficies planas de colores blancos que se combinan con el ladrillo cerámico", relatan.
Fábrica de cementos Asland
Tal y como relata el historiador Jesús Padilla en una de sus publicaciones, la Compañía Asland−Córdoba, S.A., conocida vulgarmente desde su fundación en 1929 hasta nuestro días como Fábrica de Asland, por el nombre que tuvo en sus orígenes y que correspondía al nombre de la entidad fundadora; fue una compañía dedicada a la producción de cemento, "que nació a iniciativas de un ilustre cordobés, Antonio Carbonell Trillo−Figueroa". "Aunque originariamente pretendió crear una empresa netamente cordobesa, no tuvo más remedio que recurrir a la tecnología, experiencia y capital de la sociedad catalana Compañía General de Asfaltos y Portland Asland, S.A., una de las entidades española señeras en el sector, que fue la que creó como su filial en Córdoba, la sociedad mercantil anteriormente mencionada", añade.
La fábrica de cementos Asland se mantiene activa en la actualidad bajo la gestión de Cementos Cosmos. En sus orígenes se encontraba situada a las afueras de la ciudad, cerca de las canteras de piedras de las cuales obtenía la materia prima para la producción de cementos. Hoy ha quedado absorbida en pleno suelo urbano. Sus primeras instalaciones se empezaron a construir en 1929, según un proyecto del arquitecto Rafael de la Hoz Saldaña. Las primeras construcciones, volúmenes de perfil convencional a base de hormigón, ladrillo y formas metálicas han dado paso a tolvas, conductos, almacenes...donde las grandes escalas y los aceros dominan un paisaje espectacular y vibrante, cobrando especial protagonismo urbano. Entre los años 1920 y 1935 la cementara Asland (Compañía General de Asfaltos y Portland Asland, S.A.) mantuvo su liderazgo en el sector abriendo dos fábricas: la de Córdoba, inagurada en 1931, y la de Villaluenga (Toledo). Cuando la fábrica de Córdoba echó a andar producía 100.000 toneladas de clínker (materia básica para la elaboración del cemento) al año.
Fábrica de cervezas El Águila
En 9 de mayo de 1900 el empresario madrileño Augusto Comas y Blanco fundó en Madrid la S.A. El Águila, como muchas otras marcas de cerveza que se lanzaron a principios del siglo XX. El 1 de abril de 1903 salió al mercado la cerveza El Águila, en una época que esta bebida era poco conocida, ya que primaba el vino en las tabernas. Tras la Guerra Civil, la empresa comenzó un crecimiento sostenido que la llevó a adquirir pequeñas fábricas en otros puntos de España, como la cordobesa La Mezquita, Para expandirse por Andalucía, pone en marcha en 1962 en Córdoba el proyecto de la nueva fábrica en Rabanales.
La fábrica de cervezas El Águila fue insugurada en 1965 en terrenos próximos a la antigua carretera nacional IV, kilómetro 406, frente a la finca de Lagartijo y a unos dos kilómetros de la antigua Universidad Laboral, hoy campus de Rabanales. El arquitecto Rafael de La Hoz Arderius acometió, con la colaboración de Gerardo Olivares James este proyecto que está ubicado situado en el polígono industrial Las Quemadas y que ya no lleva el nombre de El Águila, sino el de Mahou-San Miguel y está rotulada como Cervezas Alhambra. El complejo ocupa un altozano sobre la carretera que los arquitectos trataron como una colina ajardinada añadiendo así al edificio valores de escala y empaque. En la década de los 60, funcionalismo y tecnología fueron unidos por algunos arquitectos en obras como esta fábrica de cervezas. Los arquitectos, que colaborarían en multitud de proyectos posteriores, aprovecharon recursos como la diafanidad estructural y el muro-cortina de manera ejemplar, indicando así que la forma es respuesta de la función y su resolución técnica es suficiente para la expresividad estética.
Esta obra de Rafael de la Hoz Arderius es deudora de las entonces nuevas tecnologías y de un rotundo planteamiento formal con vocación funcional. Es una arquitectura industrial con claras influencias de la vanguardia europea, que entienden la arquitectura como proyecto de colaboración en equipo, y que en sus formas evocan conceptos como los de Le Corbusier o Mies van der Rohe. Es inevitable al hablar de las influencias que recibe Rafael de la Hoz en este proyecto mencionar la Bauhaus y sus nuevos parámetros para el arte. Para la escuela alemana la creación no es sino un intento de unificar lo estético y socioeconómico creando equilibrio.
Edificio de la cooperativa lechera Colecor
La Fundación Docomomo Ibérico detalla que en los años de posguerra el consumo de leche solo era posible para una minoría en Córdoba, "entre otras cosas, por el enfrentamiento entre los grandes terratenientes de la Sierra y los pequeños productores de la ribera del Bajo Guadalquivir". Es por ello -añade- por lo que los hermanos Pérez Cuesta pusieron en marcha en 1948 un proyecto (uno como técnico, el otro como presidente) que pretendía unir a ambos grupos en una cooperativa que hiciera accesible la leche a la mayoría de los cordobeses. "Sin embargo, no fue hasta principios de los 50 cuando se elaboraron sus estatutos, ni hasta 1965 cuando se trasladaron a unas instalaciones dignas donde desarrollar la actividad. Desde esa época la cooperativa no paró de crecer y asentarse como motor de la economía cordobesa", relata.
Docomomo Ibérico apunta que desde la creación en 1948 de la Cooperativa Andaluza de Productores de Leche de Córdoba Colecor, ésta desarrollaría su actividad de forma bastante precaria en el pabellón de productos lácteos de la Facultad de Veterinaria de Córdoba. "Es por ello que surge la necesidad de la creación de unas instalaciones en las que, por ejemplo, pudiera conservarse la leche en frío o almacenar la leche en polvo. Así, en 1959, con la financiación de la eclesiástica caja de ahorros Cajasur, se hizo frente a la compra de maquinaria de Unicef y se encargó el proyecto para la nueva fábrica al arquitecto cordobés Rafael García Hernández para, tras un proceso tortuoso y más de 15 años de actividad en unas instalaciones provisionales, inaugurar la nueva planta en 1965 en la carretera de Palma del Río", sentencia.
Tal y como detalla la Fundación Arquitectura Contemporánea, la revolución de la leche pasteurizada y envasada trajo a Córdoba, ya avanzada la década de los 50, esta instalación fabril. "En ella, su autor abandona su tradicional y cómodo traje de corte historicista para culminar con lenguaje contemporáneo y coherente con lo industrial, este edificio, milagrosamente en pie, aún mutilado en su proceso de traspaso de local productivo al de oficinas", sentencia. "Un paralelepípedo rectangular, de dimensiones aproximadas de 55 por 30 metros, de dos plantas, con cubierta de losa de hormigón ondulada formando 13 bóvedas de cañón y con esquina abisagrada con torreón cilíndrico, expresa de manera racionalmente limpia su estructura, quedando el resto de paramentos con celosías, carpintería y vidrio", explica sobre su arquitectura. "Un muelle de descarga rodea el edificio, dotándolo de basamento. Este espacio lineal queda cubierto por una visera en voladizo situada a mitad del edificio, marcando la escala y el número de plantas. En la actualidad, desgraciadamente, ha desaparecido la denominada torre de la leche, un elegante prisma de metal y cristal símbolo de la cooperativa y su actividad", añade.
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