Semana Santa

Dolor tras las rejas de San Pablo

  • l expiraciónLa Hermandad de la Expiración sigue el ejemplo de la mayoría de cofradías del Viernes Santo y decide no salir en estación de penitencia por el temor a la lluvia · Los cofrades rezan un rosario a su Cristo en el templo

Dos nazarenos bajan por la calle Alfonso XIII casi una hora antes de la salida de la Hermandad de la Expiración de la Real Iglesia de San Pablo. Con sus túnicas negras, van a paso rápido, aunque sin perder de vista las nubes negras que cubren Capitulares. Ante las rejas del templo se comienzan a agolpar los primeros fieles con sus paraguas en las manos. Y es que, con la anulación de las estaciones de penitencia de varias hermandades, la suerte está echada.

A las 19:20, la hora prevista para la salida de la Hermandad de la Expiración, son ya cientos los fieles que esperan en Capitulares para conocer si finalmente verán a su Cristo entrar a la carrera oficial. Muchos miran entre las rejas del templo para ver si los hermanos comienzan a organizar la salida o si, finalmente, se quedaran sin recorrer las calles de su ciudad. Tras varios minutos de debate, la junta de gobierno de la hermandad solicita media hora de prórroga a la Agrupación de Cofradías. Pero, tras agotar este tiempo, los cofrades deciden no tentar a la suerte y suspender su estación de penitencia.

Todos los miembros de la hermandad se refugian dentro del templo para adorar al Cristo de la Expiración, con su Madre María Santísima del Silencio a sus pies. Con lágrimas en los ojos, la adoran mientras le rezan el rosario. Es un momento de recogimiento en el que los cofrades le muestran su devoción a su Cristo, que deberá esperar un año más para mostrar su dolor por las calles de Córdoba.

En la puerta lateral del templo, en San Pablo, comienzan a salir los pequeños, que se abrazan a sus padres envueltos en sus túnicas. Saben que hoy no disfrutarán de su bola de cera, esa que llevan tanto tiempo esperando. "Yo quería salir, pero un hombre nos ha dicho que nos vengamos aquí porque va a llover mucho", le decía un niño a su madre mientras se abrazaban.

Detrás de los más pequeños salen los primeros costaleros cabizbajos con el costal entre las manos. "No ha podido ser otro año más. Pero, aquí estaremos de nuevo el próximo año para hacer todo lo que esté en nuestras manos para ver a nuestro Cristo de la Expiración recorrer las calles de la ciudad", dice un joven mientras recorre los pocos metros que distan entre esta salida y la entrada principal de San Pablo.

A tan sólo unos minutos de que el reloj marque las 20:30, las puertas del templo de Capitulares se abren para que los fieles puedan rezar a su Cristo en la cruz y a Nuestra Señora del Rosario en sus Misteriosos Dolores. Esta estampa marca la tarde de este Viernes Santo, que una vez más ha quedado deslucido por la lluvia.

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