Tras conocer ayer a través El Día el ultimátum de 24 horas que le había dado el PSOE provincial, el alcalde de Pozoblanco, Benito García de Torres, afirmó a este periódico que ni dimitirá ni entregará su acta, además de mostrarse dispuesto a pasarse al Grupo de Concejales no Adscritos (Grupo Mixto). García de Torres trató de ser parco en palabras "porque me he marcado ser prudente en este asunto y no quiero hablar hasta que no finalice la feria agroganadera". Sin embargo, no pudo dejar de reseñar que aún no sabe por qué quieren que dimita. "No he metido la mano en la caja ni he prevaricado, entonces, ¿por qué todo esto?, ¿por qué se me pide la dimisión?", resaltó. El regidor insistió en que se encontraba muy tranquilo a pesar de que el partido anunciara, por boca de su secretario provincial, Juan Pablo Durán, que se le expulsará del mismo. "Es una decisión contra la que no puedo luchar. Si me expulsan me dolerá mucho, ya que llevo desde la instauración de la Democracia como socialista, sin ser aún mayor de edad; no obstante, aunque me echen no acabarán con mis ideas socialistas; eso sí, como he dicho, me dolerá mucho", dijo.

Además, el regidor municipal insistió en que no dimite "porque sería traicionar a las 4.100 personas que depositaron su confianza en una lista que yo encabezaba y a la asamblea que depositó en mí su confianza para ser ese primero de la lista". Incluso puntualizó que, a pesar de que no llevaba en su lista original a dos de sus concejales, "al final los metí en la candidatura porque me lo pidió el partido".

Al referirse al secretario local del PSOE, Manuel Llergo, las palabras de García de Torres dejaron entrever un sentimiento de decepción por una persona a la que consideró su amigo. "Le dí incluso el área de Presidencia y al final acabó en un cargo que me habían prometido desde hace cuatro años", dijo.

Detalló que las demandas de dimisión por parte de su partido "no son nuevas, llevan dos meses con ellas". Y adelantó que la crisis del gobierno local socialista comenzó "hace un año". Fue en una comida que celebró en la capital con su antecesor en el cargo y delegado provincial de Empleo, Antonio Fernández, y en la que éste le dijo que ya no confiaba en él.