
Tribuna
Juan Luis Selma
Alimentar el amor
La ciudad y los días
Felicidad en los partidos nacionalistas e independentistas. Podría pensarse que la debilidad de Sánchez les preocupa porque podría suponer su caída. Todos sabemos que no es así. Caerá o no. Pero resistirá todo lo que pueda, aunque sea al precio de dañar a su partido. Remember Craxi. Sánchez ha pasado del manual de resistencia y del Di Caprio de El Renacido al Peter Sellers de El guateque, el extra que arruina un rodaje tocando su corneta desafinada bajo una lluvia de disparos, cayendo y levantándose sin hacerse el muerto como exigía el guión.
El guión de la honradez, la responsabilidad y la vergüenza exigiría que se dejara caer –dimitiendo o convocando elecciones y un Congreso Federal Extraordinario– después de que, uno tras otro, caigan sus dos hombres de máxima confianza –dos secretarios de organización del partido, nada menos– nombrados por él, y de que el estallido de la cloaca del antes llamado caso Koldo, después caso Ábalos y ahora caso Cerdán hasta convertirse en caso PSOE, haya salpicado de detritus Andalucía, Navarra, Asturias, Cataluña, Extremadura, Galicia, La Rioja, Murcia y Aragón.
Lejos de eso se presentó como una víctima y aseguró, no solo que seguirá hasta 2027, incluso que se volverá a presentar. No, no hay peligro –de momento, ya se verá si la inmundicia le ahoga– para Sumar y sobre todo para los nacionalistas. Todo lo contrario. Cuanto más manso sea el caballo, más fácil les será montarlo para que los lleve donde quieran. Cuanto más herida esté la presa, más a tiro se les pone. Cuanto más débil sean el presidente y el Gobierno, más les podrán sacar. Si su dependencia de ellos era absoluta, ahora lo es más. ¿Qué hay más allá de lo absoluto? Ya se verá.
El jueves negro del PSOE el único regalito que los atribulados informadores progubernamentales recibieron fue una escuálida manifestación de unos cientos de fachas en Ferraz. Y la explotaron cuanto pudieron: “Clamor ultra en Ferraz”, “La ultraderecha se moviliza para pedir la dimisión de Sánchez”. Todo lo demás fue amargo. De opinadores se convirtieron en cirujanos que separaban los tejidos con sumo cuidado para aislar a Sánchez de los corruptos, pese a que fueran sus hombres de confianza nombrados por él, y a estos del PSOE, pese a que fueran los secretarios de organización del partido.
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