En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Aquella foto del Belalcázar

Corría la temporada futbolística 1975-1976 cuando un equipo de un pueblo del Norte de Córdoba se inmortalizó en una fotografía vestido de rojiblanco, una instantánea que recogía el once inicial de una plantilla local mítica que hizo historia al jugar las finales de la Copa cordobesa en esa temporada y en la siguiente, contra el Montilla y el Cabra. Aquella foto representa el coraje y el corazón de un pueblo por salir adelante -cuando el franquismo vivía ya un ocaso lleno de incertidumbre- representados en esa plantilla que lucía la equipación del Atlético de Madrid, regalo del propio Vicente Calderón al farmacéutico don Damián, quien era el presidente del equipo, además de ser también el máximo responsable de la entonces Peña Atlética Belalcareña.

Esos chavales son, de pie, el guardameta Paco Carrasco -también conocido por el apellido de su entonces ídolo, el mítico portero que era del Barcelona, antes de la Real Sociedad y después del Betis, José Ramón Esnaola-; Reta; Luis Miguel Manjón; Tomás Calvo Calderón; Gabriel Chacón y Antonio El Inglés. Agachados aparecen Juan Manuel Torrico Pichurri, Manolín Flores, Galo, Manolín Rubio y Juan Medina Carreta. Todos tenían o mucha clase o mucha garra en sus puestos. Galo, por ejemplo, acabó jugando en el Atlético de Madrid, al que se lo llevó el representante de futbolistas Manuel García Quilón. Pichurrí, también tenía una clase extraordinaria, pero desgraciadamente su vida fue muy corta, mientras que a Paco Carrasco -Paco Esnaola- le faltó esa oportunidad de probar en el fútbol profesional tras apuntar buenas maneras bajo los palos, y acabó siendo un gran periodista, profesión de la que también fue abanderado Juan Medina. Ese equipo lo completaban además los no menos importantes Luciano El Chiquenín, Paco El Electricista, Pepe Castellano, Palomo, Pablo Quilón, Alfonsete, Ventura, Jesús Mora, Nino, Quintín, Miguel el del Bar de El Tigre, Rafa El Municipal y Miguel Ángel Cuevas. Este último, hermano de Pepino, quien era el entrenador que iba a llevar a esa plantilla a la soñada gloria más que futbolística, pese a los resultados finales, como cuentan las hemerotecas.

Aquella foto del Belalcázar Aquella foto del Belalcázar

Aquella foto del Belalcázar / Ayuntamiento de Belalcázar

En los periódicos de la época se inmortalizó en letras de oro que en esas finales se volcó todo el pueblo en una especie de algo así como un bienvenido mister Marshall deportivo, unas finales que en el caso del Montilla se resolvió en la ida con 3 a 0 para los de la Campiña Sur y en la vuelta, con 3 a 1 para los de Los Pedroches; mientras que en el caso del Cabra tanto la ida como la vuelta cayeron del lado egabrense. Aquella mítica foto del Belalcázar colgó durante muchos años en la histórica peluquería de Pedro Ramos y posteriormente en el no menos histórico bar de El Pichi, recordando que, como le ocurrió a aquellos chavales -que sin saberlo estaban aplicando la filosofía cholista a su vida-, si se cree y se trabaja, se puede. Se puede, como ellos pudieron...

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