En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

La estatua de Luis

Javi apenas tenía siete años cuando en aquella final de Copa de Europa de 1974, entre el Bayern Múnich y el Atlético Madrid, contempló por televisión boquiabierto como una falta lanzada por Luis Aragonés -que era experto en eso de los golpes francos- salvaba la barrera y se colaba en la portería sin que el guardameta germano, Sepp Maier, pudiera hacer nada para evitarlo. Al pequeño le llamó la atención que Luis alzara los brazos antes incluso de que entrara la pelota para besar las mallas, pero no le sorprendió, porque estaba convencido de que el Sabio de Hortaleza no podía fallar, para él el todocampista rojiblanco era el mejor. Todo estaba hecho, su equipo había ganado la Copa de Europa, por lo que, con la inmensa alegría de la victoria, el niño dejó el bar en el que estaba viendo el partido con su padre para irse a casa a acostarse. Al día siguiente había escuela y tenía que madrugar. Javi se acostó, se durmió y por la mañana se levantó al grito de "campeones, campeones" hasta que su padre lo devolvió a la realidad contándole que el Bayern Múnich había empatado en el último minuto y que había que jugar un partido de desempate. El disgusto fue brutal, aunque por lo menos quedaba la oportunidad de ese nuevo choque, que finalmente se saldó con derrota de su equipo.

Al día siguiente, Javi se enfundó su camiseta número 8 de Luis, una camiseta de las de antes, de algodón, que a él le abrigaba como ninguna otra cosa a mediados de mayo. Siempre quiso que su madre le cosiera el 8 a la espalda en las casacas de su equipo que tuvo. Era el número de su ídolo, del que nunca faltaba un póster autografiado y dedicado en su habitación. Él iba a contracorriente en esto del fútbol. Tanto que la mayoría de sus compañeros de clase eran del Madrid o del Barcelona, por lo que ese día tuvo que soportar algún comentario que otro. Frente a eso, el chaval presumía de que su ídolo había conseguido con su equipo tres Ligas, dos Copas de España y ese subcampeonato en Copa de Europa. Y luego fue testigo de cómo, con el paso de los años, y ya como entrenador del club, con el que debutó en los banquillos -se acostó un día como jugador y se levantó al día siguiente como técnico por petición del presidente, del propio Vicente Calderón- logró una Liga, tres Copas de España, una Supercopa, una Intercontinental y un subcampeonato en la Recopa. Los años han pasado y el pasado domingo en el Metropolitano, antes del partido Atlético de Madrid-Betis, Javi, ya adulto, recordó junto a la estatua recién colocada de Luis, al lado del Paseo de las Leyendas del estadio rojiblanco, ese día en el que siendo un niño de apenas siete años vivió aquel episodio de aquella final de 1974, ese día en el que se acostó sintiéndose todo un campeón de Europa.

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