Más de dos años han pasado desde que en un poco afortunado domingo de finales de mayo de 2015 se produjese el inesperado resultado electoral que condujo a Isabel Ambrosio a la alcaldía y privó de ella a José Antonio Nieto y al PP: menos de 300 votos tuvieron la culpa. No participo de la tesis de que un pacto de perdedores es el que nos gobierna; es un pacto tan legal y legítimo como nefasto para la ciudad que debe servirnos para convencer a quien corresponda de lo imprescindible de la reforma electoral municipal. Es una exigencia del sentido común establecer un sistema de elección directa del alcalde a doble vuelta, que evite las componendas y los cambalaches partidistas y, además, prime la selección de candidatos más apreciados por el electorado que por las cúpulas, más dependientes del sentir de los votantes que de los vaivenes de sus partidos -de todos- y sus líderes nacionales o autonómicos.

Isabel Ambrosio, hay consenso a izquierda y derecha, está resultando un fracaso como alcaldesa. En su descargo hay que decir que nunca esperó serlo, que carecía de las más elementales nociones de funcionamiento del Ayuntamiento, que su programa consistía en una catarata de vaguedades y lugares comunes que causaban sonrojo y que elaboró una lista electoral -o consintió que otros la elaborasen- sin las piezas necesarias para articular un gobierno sólido y creíble, por buena intención y voluntad que muestren algunos de ellos: no hay nadie al frente. Estos atenuantes, sin embargo, no pueden tapar su sectarismo dirigido a dinamitar cualquier proyecto cuya iniciativa se entienda próxima al Partido Popular, su falta de liderazgo y de ideas, la sensación de vacío de poder que tan bien aprovechan sus socios de gobierno y, dicen funcionarios municipales, su escasa capacidad de trabajo y sus menguantes jornadas laborales.

No soy muy optimista con los dos años que tenemos por delante hasta las municipales de 2019. El bochornoso modo en que la alcaldesa expresó su apoyo a la caída Susana Díaz no parece que vaya a ser una buena carta de presentación en el PSOE que se está articulando. La necesidad de buscar una imagen de fortaleza probablemente le conducirá a romper con sus socios de gobierno de IU y a la soledad. La improvisación y las ocurrencias como la risible comisión sobre la titularidad de la Mezquita se intuyen como los grandes protagonistas de la segunda parte de mandato. Ojalá, eso sí, me equivoque.

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