Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Rótulos ofensivos

Desde una televisión pública que pagamos todos no se pueden consentir este tipo de ataques

Apenas frisaba el verano del año 2001 cuando estaba en Madrid haciendo un máster de Periodismo en la Agencia Efe. Con los primeros calores, habíamos llegado a la parte en la que teníamos que elaborar un telediario.

Cada uno de los compañeros tenía que pasar por todas las partes de su preparación, desde hacer un falso directo en plena Castellana diciendo que algún ministrado había ido a visitar -creo recordar- una exposición de arte, hasta locutar la noticia, presentar en plató y, por fin, la parte que más me cautivó, la que correspondía a la escaleta y, entre medias, editar los rótulos. Un trabajo casi instantáneo en el que había que escribir apenas dos o tres pares de palabras cortas y concisas para atraer la atención de telespectador o, simplemente indicar el nombre del periodista que salía en pantalla. "El títulín, el títulín, que no se olvide". Nos decía uno de los profesores cuando tocaba dar paso a la pieza correspondiente.

Me acordé el miércoles de aquella anécdota cuando algún iluminado de TVE decidió por su cuenta -vete a saber por qué- poner el rótulo "Leonor se va de España, como su abuelo". Un rótulo zafio, a sabiendas del daño que se estaba buscando hacer, dejando entrever su rechazo a la medida anunciada por la Casa Real y con toda la sorna y conveniencia del mundo.

Un nuevo machaque hacia la monarquía parlamentaria impropias de una televisión pública. Tengo amigos que trabajan en TVE, personas con talento que se están dando bruces de la deriva de este servicio que es público y que pagamos todos. Puedes estar a favor de la Monarquía, puedes estar en contra, pero desde una televisión pública no se puede consentir este tipo de ataques que cada vez van a más y con el consentimiento del que está arriba. Pero ni a la que se supone que va a ser la futura jefa del Estado ni a nadie. La democracia también presupone respeto, no imposición de un pensamiento único, sino la posibilidad de elegir y decidir por uno mismo.

Esta sátira irrespetuosa en una cadena pública es una muestra más de una falta de sentido común y un episodio lamentable de quienes dirigen este servicio -pero los de ahora y los que estuvieron antes-. Que sí, que se puede decir de todo, desde el respeto, pero por el momento la objetividad no es su fuerte, al igual que pasa en todas las televisiones públicas y regionales. Que a todas, al final, se les ve el plumero. Y ya cansa.

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