En el tejado

F.J. Cantador

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Querido amigo Luis

Querido amigo Luis: Cada 21 de marzo [Día Mundial del Síndrome de Down] mi mente siempre bucea entre mis recuerdos para volver a revivir aquellos tiempos en los que iluminabas mi niñez con tu inocencia, una inocencia que nunca te abandonó y que fue una de las esencias de tu vida que siempre te hizo tan especial. Como todos los que, como tú, nacieron con esa alteración genética en el cromosoma 21, siempre pensaste que todo el mundo era bueno, que nadie actuaba con maldad, aunque de pequeño empezaras a sentir el rechazo de otros niños cuando les pedías jugar con ellos. Pobres ilusos, no sabían lo que se perdían. Esa forma de ser te hizo cada vez más y más grande aunque paradójicamente tu cuerpo se fuera convirtiendo en el de un hombre y tu mente continuara siendo la de un eterno Peter Pan.

Y cuando echo la vista atrás le dio gracias a la vida por haber compartido mi niñez contigo, como se la dieron tus padres, Mauricio y Ana, por haberte convertido en su ángel. Fuiste su único hijo y ellos te vieron siempre como lo que eras, una bendición del Cielo, como el amor hecho carne. Mi querido amigo, las personas como tú son una excepción de amor en este mundo en el que más que nunca el hombre es un lobo para el hombre. Lástima que el mundo no sepa apreciar del todo a las personas Down. Curioso, un mundo egoísta en el que es difícil encajar cuando se es como tú, cuando lo das absolutamente todo material y humanamente hablando.

Echo la vista atrás y...qué tiempos aquellos, amigo, en los que como si fueras el personaje de Dustin Hoffman en Rain Man te sabías de memoria cualquier alineación de cualquier equipo de la Primera División, tiempos en los que era fácil encontrarte en los bares del pueblo [Belalcázar] recitándole a quien te lo pedía la formación del Atleti, de tu Real Madrid o del Celta o Las Palmas, y hasta la clasificación de la Liga si alguien la quería saber con todos sus pormenores. Tiempos inocentes en los que siempre se te veía con tu taco de cromos de fútbol en la mano y en los que eras fiel al ritual de echar una quiniela con pronósticos muy estudiados cada fin de semana. No necesitabas más para vivir. Curiosa forma de ser en este mundo en el que se sueña con poseer y con sobresalir a costa de quien sea.

Estoy convencido de que si Sabina te hubiera conocido te habría inmortalizado en una canción, porque tú y todos los que son como tú se la merecen. Tú y los que son como tú sois quienes dignificáis a la especie humana al atesorar la esencia de los valores que deberían caracterizar al hombre y a la mujer. Lástima mi querido amigo Luis que no te lo pueda decir a la cara. Ya se sabe, los buenos siempre se van antes de la cuenta. Espérame en el Cielo, amigo.

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