Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Puertas abiertas

Andan estos días los colegios organizando jornadas de puertas abiertas para mostrar que en sus aulas no hay ni trampa ni cartón para las familias de los futuros alumnos que, vienen a ser sus hijos, aunque la ministra Celaá siga manteniendo aquello de que los "hijos no pertenecen a los padres".

Sin compartir esa idea y, menos aún, la de que la Constitución no garantiza la libertad de elección de centros -como también sostienen muchos, ahora que han acabado su etapa escolar-, los colegios se afanan en dar a conocer su trabajo, sus proyectos y programas educativos que, a la postre, es lo que realmente interesa a las familias, y ya sea en un colegio público, como en uno concertado.

Unas jornadas estas de puertas abiertas que coinciden con el proceso de escolarización que ha comenzado con una huelga convocada por los sindicatos del sector, una manifestación y, de manera evidente, el rechazo de la Junta a las protestas y que, además, ha considerado que ha fracasado. La razón, el cambio del decreto que rige todo el proceso y que ha cogido a contramano a quienes no lo esperaban y que cuando se han detenido a analizarlo se han lanzado las manos a la cabeza.

Mientras que los de un lado no dejan de lanzar las consignas por todos sabidas y de lo peligroso que va a suponer para la escuela pública la aplicación de esta norma, los del otro insisten en que no, que para nada, que dónde va a parar, que es mucho mejor. Y es que la educación es un terreno plagado de minas por mucho que se quiera ocultar y en el que cada gobierno quiere dejar su impronta para ganar frente al otro y nunca mirando al bien común.

Si no, por qué sigue sin existir un pacto nacional por la educación o por qué cada vez que cambia el inquilino del Palacio de la Moncloa se tiene que aprobar una nueva ley educativa, no vaya a ser que las anteriores sean buenas y el electorado se vaya a enfadar. Son ya demasiadas leyes en las últimas décadas y pocos han funcionado del todo bien y, menos aún, han dado respuesta a un sector que acoge cada vez a menos alumnos que, además, llegan con nuevas necesidades que cubrir.

Un pacto en el que se recojan todas las necesidades del sector, que son muchas, y que contemple la libertad de elección de centro, pero también que defienda la educación pública, que buena falta le hace.

Y, cómo no: sobra decir, que después del sábado, llega el domingo, que no, que no me olvido.

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