La realidad, nuestra realidad y nuestras circunstancias son muchas veces mucho más determinantes que nuestras convicciones. O que lo que creemos que son esas convicciones o, lo que expresamos en público como convicciones. Buscando un hilo coherente con nuestras afirmaciones, intentamos mantener un argumentario medio consecuente que, en ocasiones, son solo fórmulas que permiten quedar bien o decir lo que los demás creen o esperan que uno debe decir.

En cada momento, en cada etapa vital y según la posición, nos permitimos valoraciones y casi siempre críticas al otro, al que se halla en otra situación. Recuerdo que hace años y, antes de ser madre, me permití -fresca e irreflexiva- verbalizar con una niñata vehemencia, aseveraciones que contenían el yo nunca haría y hasta el a mí eso no me pasará.

El tiempo y las circunstancias, nos azotan con bofetadas de realidad, que irremediablemente, nos llevan a recular y, solo a los más honestos, a disculparse por aquellas manifestaciones grandilocuentes que cayeron con nosotros y nuestras circunstancias.

Si eso nos ocurre a los ciudadanos de a pie, humildes mortales, qué decir de nuestros esforzados -no todos pero sí la gran mayoría- dirigentes políticos. Incluso al más radical de sus detractores le habrá parecido veraz lo que decía el antiguo vicepresidente Iglesias esta semana "ahora que no soy político, puedo decir la verdad". Habrá quien haya expresado su escándalo ante tal reconocimiento -que efectivamente invita a un análisis en profundidad- de sus pretéritas mentiras, pero todos sabemos que, al menos ahora, liberado como se siente, dice una gran verdad.

Por estas fechas es un clásico de los opinadores de la ciudad hablar de los presupuestos del Ayuntamiento. Mas bien de la falta de aprobación de los presupuestos para el año recién estrenado. Cualquiera con un poco de memoria recordará al entonces candidato a la alcaldía, hoy flamante alcalde, bramar a principios de 2019 contra la irresponsabilidad de la entonces regidora, para aprobar en plazo las cuentas. Otro año más, encaramos febrero sin presupuestos.

Estos días de noes o síes a unas guerras u otras, de miradas a las críticas de antaño a anteriores gestiones de la sanidad pública, no podemos evitar plantearnos si los entonces críticos estarían convencidos de sus críticas y, si ahora, quienes nos gobiernan han constatado lo fácil que es hacer ruido, reprender y reprobar cuando se está en una silla, para adoptar el mismo funcionamiento de los que los precedieron, cuando se llega a la otra.

Y es que todos, según la posición y las circunstancias, reconozcámoslo, modulamos la percepción y el discurso.

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