El balcón
Ignacio Martínez
Peinado y Escrivá no arbitrarían en la Premier
La colmena
Cuando puse el título del artículo estaba pensando en el PP de Núñez Feijóo; en el de los estrategas de Génova que se han envuelto en la bandera de la protesta ciudadana, casi de barricadas, para plantar cara al Gobierno de Sánchez. Del rechazo a la amnistía (con la rehabilitación de Puigdemont) a la crisis de Pamplona (con la repulsa e indignación de toda la derecha, y parte de la izquierda), por el acuerdo por la Alcaldía entre Bildu y PSOE.
Escuchaba en paralelo al presidente socialista, muy crecido en su papel de líder inmutable de la resiliencia, haciéndonos ver a todos lo que es una obviedad: en las filas populares siguen sin asumir la derrota de las urnas. Por eso ya temen al frío (y amnesia) de las Navidades y empiezan a calentar la bancada de las movilizaciones para enero. El PP está descubriendo la fuerza de la calle. Y es evidente, desde los gélidos sillones de la oposición, que no puedan bajar la presión si quieren tener opciones en el nuevo ciclo electoral que se abre el próximo año.
No lo van a tener fácil. A Pedro Sánchez no se le mueve ni un músculo de la cara por decir, hoy, todo lo contrario que hace unos meses. Y no necesita globos sonda para enderezar (¿torcer?) la hoja de ruta que va escribiendo desde Ferraz y Moncloa. Ni se despeina. Lo dice y punto. Es justo lo que ha pasado este martes cuando ha empezado a hacernos el cuerpo de que no habrá una solo foto con su aliado de Junts. Habrá muchas y, cuanto antes, mejor. ¿Tendrá consecuencias? Cuesta apostar. Por eso se está asumiendo, casi de forma natural, que el PP de Feijóo se acerque tanto al de Ayuso. Incluso el PP de Juanma Moreno empieza a levantar la voz alentando el discurso de los agravios. El presidente andaluz dice reivindicar la “vía andaluza” del diálogo y la moderación pero sin complejos: ya está bien de “chulería política”.
Sin embargo, es en la provocación donde el PP se enreda con demasiada frecuencia. La política de la “libertad” de la presidenta de Madrid llega ya a la legitimación de la violencia. El revuelo se ha desatado a raíz de unas declaraciones de su consejero de Educación criticando que se “demonice” el uso de la fuerza y justificando que, en ocasiones, “es necesario”. Hablaba de su plan por una educación “libre, plural y de calidad” y de lograr que los jóvenes abran un periódico o vean un telediario y “entiendan lo que está pasando”. Sí, tal vez lleve razón: cuesta entender que sean noticias de actualidad lo que hay detrás de este artículo.
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