Acierte la encuesta cocinada y generosamente aliñada por el CIS, brazo sociológico del gobierno, que pronostica una cómoda victoria del Partido Socialista y un triple empate entre PP, Ciudadanos y Podemos o lo hagan las elaboradas por el resto de empresas dedicadas a la demoscopia que anuncian una ligera victoria de los socialistas y la posibilidad de que la suma de populares y naranjas supere a aquéllos, la evidencia es que la era de las grandes mayorías absolutas y del bipartidismo tardará muchos años en volver. El Parlamento andaluz estará fragmentado y ninguno de los partidos podrá aspirar a una cómoda investidura y a gobernar en solitario: los pactos, en un sentido o en otro, serán inevitables.

Hay en el centro derecha quien entiende que el acuerdo alcanzado esta semana por los líderes de los partidos mayoritarios para la renovación del CGPJ es un apaño que demuestra el escaso aprecio de nuestros políticos por la independencia judicial e incluso por el más elemental de los respetos a las formas y a los procedimientos democráticos -conocer el resultado de la votación para la elección de presidente sin saber quiénes votarán es lamentable-. Hay sin embargo quien considera que los últimos episodios de descrédito del Supremo unidos a los constantes ataques de algunos actores políticos -los socios del presidente- contra la justicia exigían abandonar o relajar alguno de los valores que constituían el llamado rearme ideológico popular y aconsejaban regalar a la izquierda ese triunfo. Pensemos lo que pensemos sobre ese pacto, del que con seguridad el PP se arrepentirá, la segunda evidencia es que los grandes partidos, cuando quieren, pueden llegar a acuerdos: los pactos son posibles.

Acreditado que son inevitables y posibles, es poco comprensible que gran parte del discurso de la oposición pivote alrededor del compromiso radical de no pactar con Susana Díaz, por mucho que ésta merezca una cerrada y mordaz crítica por los resultados de su mediocre gestión y su falta de pulso contra la corrupción.

Cualquier andaluz no izquierdista, e incluso muchos de los que lo son, agradecería más el compromiso firme de que, caso de no ser posible la deseable alternancia, harán y pactarán todo cuanto sea necesario para evitar que comunistas y podemitas de inspiración chavista accedan, como empieza a intuirse, a cualquier clase de poder y responsabilidad. Ese, apartar a la izquierda totalitaria, tiene que ser el gran compromiso con Andalucía: vista esa amenaza cierta, los pactos son, además de inevitables y posibles, convenientes.

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