Humildad y soberbia

Es a Susana Díaz a quien hay que agradecer un discurso españolista en el socialismo

El triunfo de la humildad sobre la soberbia. Difícilmente el ya presidente de la Junta de Andalucía Juanma Moreno podía haber formulado una mejor interpretación del resultado de las elecciones de diciembre que han conducido a su investidura y al final, tan inesperado como necesario en términos democráticos, del régimen implantado por el socialismo y vigente desde principios de los años ochenta.

A Susana Díaz la soberbia la ha acompañado en muchas ocasiones: cuando expulsó con malas artes a Pedro Sánchez de la secretaría general con un plan chapucero mal diseñado y peor ejecutado; cuando engañada por los barones socialistas que le aseguraban un triunfo incontestable en las primarias se presentó a estas despreciando la evidente animadversión que generaba en gran parte de su militancia al norte de Despeñaperros; y, finalmente, cuando creyendo coger a la oposición con el pie cambiado adelantó las elecciones sin percatarse del hartazgo generalizado con su gestión y, sobre todo, del escándalo mayúsculo de parte de su parroquia con el comportamiento de Pedro Sánchez, abrazándose a lo peor del arco parlamentario.

Pero esa justa crítica a la soberbia de Susana, no debe ocultar, y así debe ser reconocido, que es a ella a quien hay que agradecer un discurso netamente españolista dentro del socialismo patrio, su decisión de proponer y apoyar la abstención en la investidura de Rajoy en 2016 -que seguramente le impidió vencer en su contienda con el sanchismo- y, sobre todo, el haber mantenido a Podemos lejos de los centros de decisión y de poder en Andalucía. Ha pecado de soberbia, sí, pero algunos de sus actos no han sido suficientemente valorados en el fragor de la batalla política y es justo, en su despedida, hacerlo. Entre las evidentes virtudes de la ya expresidenta se encuentra un indudable amor a España.

Y ha sido también, sería mendaz no reconocerlo, no sólo un triunfo de la humildad sobre la soberbia socialista, sino también sobre alguna soberbia popular, quizá todavía latente, que no reconocía a Moreno como el líder del centro derecha andaluz que era, y que hoy es de modo incontestable. Es también el triunfo del tesón, de la confianza en sí mismo y del trabajo duro. Junto a los muchos aciertos que el tiempo acabará por reconocer en la ejecutoria de Mariano Rajoy y de Soraya, el tiempo ha sentenciado que también acertaron en 2014 cuando lo eligieron líder del PP andaluz.

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