Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Hace ya casi un año

Nos hemos acostumbrado a no abrazar, a no viajar, y a quedarnos en casa por temor al contagio

A finales de febrero del año pasado la pandemia era aún lejana para España, o eso nos decían los ilustres que nos gobiernan. Aunque en Italia el SARS-CoV-2 ya estaba haciendo de las suyas y en Canarias se había confinado a un grupo de personas en prevención, en el resto de la península, el covid, según nos decían, apenas iba a tener incidencia y que si queríamos, que fuéramos a manifestarnos al 8-M, que no iba a pasar nada.

Ha pasado casi un año y han sido demasiadas las personas que han perdido la vida. Han sido y, siguen siendo, titánicos los esfuerzos del personal sanitario. Hemos vivido tres olas, a la espera de la cuarta, que está ya calentando motores si nadie pone remedio. Las vacunas han llegado, por fin. Nos hemos acostumbrado a no abrazar, a no viajar, a quedarnos en casa por temor al contagio y a hacer más videollamadas de la cuenta para matar el aburrimiento. Saqueamos los supermercados para no quedarnos sin papel higiénico o harina para redescubrir el funcionamiento del horno y darle más uso de la cuenta. Nos quedamos en casa por días viendo desde la ventana que en la calle no había nadie, salimos a aplaudir a las 20:00, un momento de respiro para intentar ver al vecino de enfrente, cambiar de caras y comprobar que también pasaba por lo mismo.

Tuvimos nuestra primera desescalada y salimos a la calle como si no hubiera un mañana después de demasiados meses intentando hacer ejercicio o, simplemente, intentando agotarnos físicamente frente a tutoriales que jamás habíamos visto. Tuvimos que aprender a cambiar de horarios, a conformarnos con lo que había, a llevar mascarilla y aprender nuevas técnicas para evitar que las gafas se empañaran. Aprendimos a mantener la distancia social, a lavarnos las manos mil y una veces, a sonreír con los ojos, a teletrabajar, a quedarnos sin fiestas, sin visitas, sin viajar, sin dar dos besos al encontrarse con alguien en la calle y a tener que saludar con el codo…

De eso ha pasado ya casi un año, pero ¿ahora qué? Ahora, más que nunca, hemos de seguir llevando a cabo esas pautas, por mucho que nos cueste, para evitar que el coronavirus que llegó de Wuhan siga con nosotros más tiempo del que deseamos. Es tarea de todos no tomarse a la ligera las posibles medidas de apertura que lleguen y que esperamos como agua de mayo. En ellos nos va nuestro propio futuro y, con ello, volver a lo de siempre, a lo que echamos de menos.

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