Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

Abrígate y no fumes

Esos gestos que no somos capaces de entender porque no somos competentes en la materia

Podríamos recurrir a la pluma de Juan Carlos Aragón para explicar el amor más inconmensurable que existe. Cantar "Por más que las noches de estrellas desnuden amores y mares" o "Por más que la primavera vista los campos de flores y con los siete colores el sol corone a la tierra". También podríamos invocar a Miguel de Unamuno y su Madre, llévame a la cama o algunos de los versos de Gabriela Mistral (no te sueltes de mi pecho: / ¡duérmete apegado a mí!).

Podríamos utilizar la poesía para recrear aquellas acciones que apenas se pueden traducir en palabras inteligibles y dignas porque éstas se quedan en nada al lado de lo que significan los gestos gloriosos de quienes por abnegación adquirida y/o propia saben querer mejor que el resto.

Podríamos intentar teñir de bonito lo que es bonito por sí mismo, aquello a lo que no le hacen falta artificios, esos gestos que muchos no somos capaces de entender porque no somos competentes en la materia de ser y sentirse madre.

Podríamos hacer muchísimas cosas para intentar explicar esos gestos y esas palabras de quienes se piensan que les está permitido sufrir más que nadie cuando son, de lejos, quienes no deberían sufrir nunca en la vida. Podríamos, sin duda, dedicarles esos poemas y esos pasodobles, pero nada alcanzaría a su nivel de entrega y quedaríamos relegados a la nada a su lado.

Podríamos insistir en el amor que sentimos y en la tristeza que nos causa la mala palabra que soltamos sin pensar. Pero no, no llegaríamos a situarnos a su altura. A esa cúspide de los cuidados adquiridos y/o propios, a esa capacidad de renacimiento después de una fiebre alta, al talento para equivocarse de la manera correcta.

Podríamos poner mucho empeño en todo esto y nunca, nunca, nunca saber hablar con la competencia de quienes anhelan el triunfo ajeno muchísimo más que el suyo, la salud forastera más que la suya propia, la alegría de sus retoños por toda la que puedan acumular a lo largo de su vida.

Podríamos intentar ponernos a su nivel, cuidar a su imagen y semejanza, conservar los recuerdos. Nada podrá compararse, por mucho que lo intentemos, con la frase bien construida, bien traída, bien dicha, perfectamente seleccionada: "Abrígate y no fumes". Ahí cabe todo el amor del mundo.

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