Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

La oscuridad absoluta

Cuando era chica y me metía en la cama era recurrible un pensamiento para conseguir quedarme dormida, algo que me costaba horrores. Tendría yo 9 o 10 años y me imaginaba dónde estaría con 18 o con 25, no solía pasar de ese límite. Si era 10 de marzo de 1999 yo pensaba: "¿Qué estaré haciendo yo el 10 de marzo de 2008?, ¿y el de 2015?". No me figuraba nada, no me recreaba momentos ni me marcaba sueños, porque no los tenía, porque sigo sin tenerlos.

Me acuerdo perfectamente de cuando era chica, de esos momentos de meterme en la cama pensando en que no podía dormirme e ir al salón a decirle a mi madre: "Mamá, no me puedo dormir". A lo mejor habían pasado dos minutos desde que había apagado la luz, pero a mí se me hacían eternos. La respuesta de mi madre siempre era la misma: "Cómete un yogur". Joder, no sé por qué decía eso y ahora sigo sin saberlo, pero yo me comía el yogur porque si lo decía mi madre aquello tendría sentido y volvía a la cama y pensaba que dónde estaría yo con 18 años y al final me quedaba dormida.

Para mí ahora son más nítidos los recuerdos de niña que los recuerdos de adolescente o los de hace tres años. No tengo ni idea en qué pensaba yo hace dos o tres años para quedarme dormida, pero me acuerdo hasta de las formas que le buscaba al gotelé de la pared de mi cuarto, la de al lado de la cama sobre la que se reflejaba la luz de la lámpara de la mesita de noche, cuando tenía nueve años y me creía que iba a tirarme toda la noche sin dormir.

Ahora no tengo problema alguno para conciliar el sueño, puedo tener problemas en general, pero esos no me influyen cuando pego la cabeza a la almohada y cierro los ojos. Y si hay algún día suelto que no me puedo dormir ni se me ocurre comerme un yogur, porque en mi frigorífico no hay yogures como sí que los hay, siempre, siempre, siempre, en el frigorífico de casa de mis padres, y en el de cualquier familia. Ahora, si no me puedo dormir, pienso en cuando era chica y me preguntaba que dónde estaría yo de grande y vuelvo a mi cama de 90 con sábanas de franela y la luz de la lámpara de la mesita de noche encendida porque la oscuridad absoluta es algo que no podía y no puedo soportar.

Y en esos momentos me digo que a lo mejor sí que tenía sueños, que a lo mejor mi yo de nueve años cuando pensaba en el yo de 18 se imaginaba una vida de la hostia. Que con 18 años, eso sí, hay que estar muy jodido para que tu vida, al menos un rato, no sea la hostia. Y ojalá que fuese así, ojalá que esos sueños hubieran existido. Porque ahora no los tengo, porque me da un miedo atroz que no se cumplan. Pero más miedo, mucho, mucho, mucho más miedo, me da la oscuridad absoluta.

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