Córdoba | málaga · la crónica

Agítese antes de usarlo

  • Brillante remontada El conjunto de Paco Jémez superó al líder con diez jugadores en el campo por la expulsión de Ito Lección de carácter Los blanquiverdes llevaron el delirio a las gradas de El Arcángel

Si el comportamiento que el Córdoba va a tener en las situaciones límite es éste, no hay motivos para dejarse llevar por el miedo. El equipo dio testimonio de vida con un partido tremendo, en el que ganó de una tacada tres puntos y el crédito que había dilapidado con una turbia trayectoria al abrigo de su hogar. Que ayer, para no variar y a pesar de lo delicado de la situación -el técnico, Paco Jémez, estaba en el centro de la diana-, acogió a los suyos con un fervor incomparable. Hubo esperanza, angustia y fiesta final en una tarde carnavalesca que, dentro del verde rectángulo, no estaba para chascarrillos. Ni una sonrisa se detectaba en la tropa blanquiverde, que se empleó con la contundencia de una brigada de marines. Buscó la eficiencia a través del sudor y el sentido del deber. Receta vieja, pero efectiva. Le sirvió ayer para abrir por fin la espita de la euforia en un Arcángel que enloqueció tras consumarse una victoria extraordinaria. La última la había paladeado el ya lejano 4 de noviembre del año pasado, ante el Castellón. Con un jugador menos, un arbitraje ciertamente desquiciante y frente al líder de la categoría, el Córdoba evitó el desplome en la clasificación y ofreció sensaciones olvidadas. El festejo fue tan excesivo como la necesidad que existía por espantar -que no aniquilar, porque aún queda mucha tela que cortar- los catastróficos augurios sobre un conjunto bajo sospecha. Fue como una final en la que el gran enemigo, además de la poderosa formación que domina la Liga, era el propio temor al fracaso. El Córdoba derrotó a ambos. Un gran síntoma y un buen punto de partida para comenzar a replantearse ciertas actitudes sobre la base de hechos probados y no de percepciones o cábalas más o menos interesadas.

En su búsqueda de un nuevo aire para el equipo, Paco Jémez dio continuidad a la revolución que ya había iniciado en la lista de convocados con un par de sorpresas extra en la alineación titular. El casi inédito Mario ocupó el flanco derecho de la zaga que venía siendo propiedad de Dani; en el marco, Julio Iglesias irrumpió para desbancar a David Valle. El italiano Alessandro Pierini, cuyo regreso fue acogido por los aficionados con un entusiasmo tal que parecía que el central toscano fuera una aparición divina, volvía como único capitán a un once que alteró su habitual disposición en una zona clave: Arteaga se colocó como media punta y Asen fue enviado a pelear contra los elementos como delantero nato.

A falta de productos nuevos en el mercado invernal, Paco Jémez zarandeó al grupo para reactivar conciencias dormidas y probar un menú de sabor nuevo con los mismos ingredientes, pero distinta receta. De esa agitación surgió un Córdoba con hambre, peleón y desinhibido frente a un adversario temible pese a sus notables ausencias -principalmente el central Weligton y el talentoso Hidalgo-, que comparecía en El Arcángel inmerso en una racha de nueve jornadas sin conocer la derrota, blandiendo el liderato y con el respaldo de un millar de bullangueros seguidores en el graderío. Si Paco quiso estimular a los suyos a través del orgullo yde la competencia interna, lanzando un mensaje que les insta a ganarse el puesto, lo consiguió.

Mientras el Málaga se dedicaba a verlas venir, con la consigna de mantener el orden ante las previsibles embestidas de un rival necesitado, el Córdoba enseñaba un perfil aguerrido que emocionó a la afición pero no intimidó a los de Muñiz. El líder irradiaba seguridad, pero a los de Paco Jémez no les quedaba más remedio que optar por la insurrección. Y pronto empezaron a perderle el respeto. A los 12 minutos, una falta botada por Cristian Álvarez hizo que el balón cruzara el área sin que Arteaga pudiera conectar la bota, aunque el ímpetu del sevillano le llevó a chocar contra el poste. El percance le costaría la sustitución por Arthuro, en una entrada que acabaría siendo providencial.

Antes, el malaguista Jesús Gámez sacó bajo los palos un cabezado de Pablo Ruiz y Cristian Álvarez dispuso de un par de oportunidades francas: en la primera, tras un centro de un dinámico Juanlu, remató a bocajarro demasiado alto; en la segunda, el esférico botó en el larguero tras un acrobático tiro del argentino, que ayer reencontró su versión más eficiente del curso. El pleito lo gobernaba el Córdoba, que amontonaba méritos sin reflejo en el marcador.

Por momentos, parecía la reedición de la eterna historia del equipo que se destroza en el campo, que realiza un conmovedor desgaste físico, que colecciona ocasiones de gol y resiste las desgracias con entereza, pero que se cruza con un rival con más empaque y un acierto total que acaba decidiendo. Esa impresión se hizo agobiante cuando Cheli, en la primera aparición ofensiva del Málaga, marcó el 0-1.

Pero ayer el Córdoba se aferró a su perfil más indomable y revirtió los acontecimientos a fuerza de corazón, con un fútbol visceral y excitante. Tras la igualada de Arthuro, el Córdoba se disponía a completar la gesta en una salida en tromba tras el descanso. Katxorro y Juanlu rozaron el gol, pero la efervescencia de diluyó con una discutible decisión de Bernabé García, que mostró la roja a Ito -al que también expulsó esta temporada en Jerez- tras un forcejeo en carrera con Apoño.

Muñiz metió a Sandro y después a Eliseu para dar velocidad al Málaga, pero Paco reforzó la medular con Endika. Con diez, el Córdoba no se rindió. Pablo Ruiz, en un testarazo perfecto, firmó el 2-1 y los locales resistieron en un epílogo conmovedor. Calleja y Baha pudieron marcar, pero el Córdoba se había ganado a pulso su derecho a disfrutar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios